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En homenaje a nuestros héroes caídos y a nuestros presos políticos!!!

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jueves, 18 de marzo de 2010

La inmisericorde agonía del castrismo

La inmisericorde agonía del castrismo analizada por Lázaro Rosa

Cuba, la Tragedia interminable

Publicado el 17.03.2010 17:46
Por Lázaro Rosa (*)


 
¿De cuál revolución ha venido discurseando durante tantos años el cínico clan de los hermanos Castro?
 
¿Cómo se puede presentar a unos corruptores despóticos y vacíos de sentimientos humanos como representantes de un sistema dado a la bondad y el bienestar del pueblo?
 
¿Cómo podrán ser tolerantes y benéficos para una sociedad los iconos que encabezan al más radical y desaforado de todos los militarismos?
 
Siempre he tenido la firme convicción de que en política todos los extremos son malos y asfixiantes, de que el poder, en ocasiones, resulta una compleja y despiadada maquinaria que envilece a todo caudillo. Sin embargo lo más canalla, degradante y brutal es que los Castro se sigan creyendo monarcas absolutos de una tierra que por muchos años ellos mismos han maldecido y que califiquen de mercenarios a luchadores pacíficos que desean una apertura política que, con tanta urgencia, necesita La Habana.
 
El castrismo siempre ha sido bien tajante en su epitafio contra sus opositores pacifistas alegando que el “gobierno” de la isla no acepta “chantajes” ni imposiciones de sus enemigos internos o externos.
 
Entiéndase con ello que el régimen nunca aceptará por las buenas los justos reclamos que con todos sus derechos les hacen los propios ciudadanos cubanos a los cuales la dictadura califica de traidores. El castrismo no cesa de rebajarse al más insultante y vil de todos los vulgarismos que hasta el día de hoy hayamos conocido. 
 
El crimen en el pasado mes de febrero contra el preso político y de conciencia Orlando Zapata Tamayo continúa reafirmándonos algo: la salvaje agonía del clan de los Castro es un hecho inevitable, pero cuidado, la ferocidad de esta maquinaria autoritaria se seguirá acrecentando en la misma medida en que vaya presintiendo su agotamiento final.
 
Al joven y valeroso Orlando Zapata lo han asesinado como también asesinarán y serán inmisericordes ante la muerte de Guillermo Fariñas si este opositor villaclareño no depone la huelga de hambre que tan férreamente lleva a cabo desde hace 20 días en su casa de Santa Clara, exigiendo del general Castro la excarcelación de otros presos políticos que ven deteriorarse su salud, a toda velocidad, en las atestadas e inclementes cárceles del régimen de La Habana.
 
Fariñas reclama de la dictadura una postura humanitaria que la propia esencia demencial, beligerante y anacrónica del sistema jamás se lo permitirá. Recordemos lo siguiente, el castrismo, más que una aberrante utopía, continúa siendo la más inconmovible de las bestialidades.
 
Como el déspota de Dionisio desterró al filósofo Dion de Siracusa por las supuestas diferencias políticas que tenía con este último, así pretende hacer el régimen de los Castro con sus oponentes declarados cuando la opinión pública internacional condena sus excesos, además de encarcelar rabiosamente a los miembros desconfiados de la disidencia acusándolos de criminales y delincuentes comunes por el único, comprensible y civilizado hecho de mostrar en público sus inconformidades con el gobierno.
 
El poder corrompe hasta el infinito pero el colmo de los colmos es que esos dos militares mal nacidos en Birán, como agresivas escorias desalmadas que son al fin y al cabo, se creen poseídos de una divinidad que les ha dado el derecho sempiterno de manipular a su antojo el destino de los cubanos, una realidad que ha resultado trágica e históricamente fatal.
 
Actualmente en ningún pensamiento racional puede quedar algún espacio para la duda: el infierno castrista constituye una mayúscula inmoralidad porque el fin de sus perturbados patriarcas siempre fue el de saborear plácidamente las mieles seductoras y agravantes que se derivan del autoritarismo sin importarles, en lo más mínimo, los padecimientos y la indigencia real que sufren los ciudadanos cubanos.
 
La Habana de nuestros días es el émulo contemporáneo de la antigua Siracusa en manos del feroz Dionisio pero incluso, si nos remitiéramos al ámbito del cinismo, el mayor de los Castro se las supo siempre ingeniar para superar con creces a aquella milenaria y tiranizada ciudad. Muchas voces condenatorias han estado últimamente invadiendo los vientos de la isla, es evidente que no todas las personas se atreven a criticar en público a la dictadura, pero se escuchan. La muerte atroz que el general de ejército Raúl Castro acaba de perpetrar contra un joven e inocente preso de conciencia fue su detonante.
 
Los genes agresivos de los tiranos se acrecientan cuando sus manos culpables vislumbran la proximidad del abismo. El estado natural de las sociedades humanas no puede ser otro que el del pluralismo democrático, inclusive, aunque las mismas se encuentren transitoriamente golpeadas por un fuerte desgarramiento en el plano de la moral.
 
Las tiranías son violentas e irresponsables infracciones históricas que no sobreviven, físicamente, más allá del culto profesado en vida a sus caudillos. En el caso de Cuba confío en que viviremos para ver cumplida en la práctica esta vieja y anhelada profecía.
 
Me siento terriblemente apenado por la muerte de un hombre valeroso como Orlando Zapata Tamayo y me apenará también el deceso de Guillermo Fariñas, si esto llegara a suceder, como el de cualquiera de los presos políticos que se encuentran en una situación de salud muy delicada dentro de las cárceles del régimen pero, al observar la presente encrucijada cubana con el mayor detenimiento que me es posible me cuestiono: ¿qué otra cosa podría esperarse de la oportunista y demagoga nomenclatura que secunda a los Castro que no sean sus retrógrados e injustificados crímenes de cortes ideológicos?
 
Los cambios en Cuba vendrán casi por si solos acompañando las inevitables sustituciones generacionales en un futuro no muy lejano. La brutalidad y los excesos del régimen castrista no hacen más que confirmarnos día tras día este popular y viejo refrán: no hay pesadilla que dure cien años aunque, la que padecen los cubanos en la isla, ya haya arribado a los cincuenta y uno.
       
Lázaro Rosa
Desde Hamilton, Canadá
 
*-Licenciado en Filosofía e Historia
Ex-profesor de Historia del Mundo Contemporáneo.
Actualmente reside en Canadá.
Nacido en Villa Clara, Cuba.
 
http://www.gentiuno.com/articulo.asp?articulo=8767

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