Por: Alexánder Cambero
Fuente: El Tiempo - Bogotá
Es harto conocido el crecimiento del narcotráfico en Venezuela, que es solo la punta del icerberg de grandes negocios turbios.
El defensor del Pueblo en Venezuela, Tarek Williams Saab, fue detenido
por agentes migratorios en el aeropuerto internacional Benito Juárez de
la ciudad de México. Sobre el funcionario pesa una alerta tipo uno
emitida por la Interpol, presuntamente, por ser sospechoso de
actividades vinculadas al narcotráfico. Con gran habilidad ha tratado de
desviar la atención con respecto al asunto. En primer lugar, no existe
una violación del derecho internacional. Los casos relacionados con
tráfico de drogas no tienen ningún tipo de fronteras.
¿Cómo puede violarle su derecho, cuando Venezuela es miembro del
organismo desde hace 53 años? Es decir, existe una autorización de
oficio que se activa cuando hay elementos de juicio contra cualquier
persona. Interpol tiene en su reglamento ocho tipos de alerta: roja,
amarilla, azul, negra, verde, naranja, morada y una notificación
especial del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. Se trata,
según su estatuto, de “avisos internacionales utilizados por las fuerzas
policiales de todo el planeta para comunicarse entre sí información
sobre delitos, delincuentes y peligros”. O sea que en el caso del
Defensor del Pueblo, no es un mecanismo de retaliación política por
parte del imperio norteamericano. Ellos funcionan con autonomía
procedimental, su gestión tiene dispositivos que marcan una ruta que se
maneja con sumo cuidado. Para el cuerpo que investiga las actividades
criminales no existen límites ni funcionarios intocables, ya que su
radio de acción abarca a doscientos países que funcionan como una
poderosa red que actúa de manera expedita en contra del crimen
organizado.
Lo ocurrido en el aeropuerto azteca fue una simple requisitoria que
tiene efectos demoledores. En el despavorido rostro de Tarek Williams
Saab, notamos un rictus de preocupación. Comprende que puede iniciarse
una escalada que descubra hechos ocultos tras un manto de complicidad.
El régimen venezolano cuenta con algunos de sus más conspicuos
dirigentes investigados por diferentes actividades vinculadas con el
delito.
Es harto conocido el crecimiento del narcotráfico en Venezuela, en
donde, presuntamente, vinculan al presidente de la Asamblea Nacional,
Diosdado Cabello. Es la punta del icerberg de grandes negocios turbios.
Sus acciones han podrido todo lo que tocan. Cada área del Estado
nacional es un tributo al fraude. Esto es un coadyuvante en el
incremento del delito como respuesta de una administración fermentada.
Con tantos hechos y elementos, la Interpol se llenará de fichas de
especímenes venezolanos.
Las alarmas han sonado en el palacio de Miraflores. Se caen las caretas
de falsos profetas. Existe gran temor a que toda esta mentira
revolucionaria termine en el basurero de la historia. Que los huesos de
los héroes del proceso acaben durmiendo tras las rejas. Quizás el traje a
rayas del presidio sustituya a los de acreditadas marcas de exclusivos
modistos europeos. Alertas que harán temblar a esos que se creen
incólumes.
Alexander Cambero
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