Por: Marianella Salazar
Fuente: El Nacional
El presidente Santos está pagando un alto costo político en aras del
proceso de paz en el cual Venezuela actúa como garante. ¿Garante de qué o
de quién?, pues de su socia y aliada, la narcoguerrilla de las FARC. A
estas alturas, después de tantas humillaciones inferidas por el
presidente Maduro no solo en materia de insultos, sino de la difícil
crisis humanitaria creada con los deportados y el maltrato a humildes
familias colombianas acusadas injustamente de contrabandistas y
paramilitares, es hora de que Santos aparte al gobierno venezolano de
las negociaciones en La Habana –como lo han sugerido varios ex
presidentes latinoamericanos–, pues sus intereses son los del grupo
terrorista que despliega negocios y actividades ilícitas en territorio
venezolano, donde son amos y señores, especialmente en los estados
fronterizos de Táchira y Zulia donde se ha dictado el estado de
excepción.
Colombia no tiene la culpa del brutal desabastecimiento de alimentos que
sufrimos los venezolanos. En agosto del año pasado, Maduro quiso que
Santos obligara a los empresarios a enviarnos alimentos sin pagar la
deuda pendiente que supera los 2 millardos de dólares; en esa
oportunidad, Santos le comunicó que los comerciantes exigían su pago
inmediato antes de despachar nueva mercancía, pero el maula se regresó
molesto y le dijo a sus colaboradores que lo iba a esperar en la
bajadita, además pretendía que iniciaran una investigación contra el ex
presidente Uribe por ordenar un supuesto magnicidio en Venezuela.
Santos está verdaderamente entrampado desde los acuerdos secretos con
Hugo Chávez para negociar con la guerrilla a cambio de ganar las
elecciones. El difunto comandante eterno vivió obsesionado con la idea
de llevar a Piedad Córdoba a la presidencia de Colombia; era el
verdadero dueño del circo, hizo varios viajes a Cuba acompañado de Iván
Márquez para organizar las reuniones y los acuerdos que iba exigir la
guerrilla, permitió que nuestro país fuera el puente para el tráfico de
drogas de las FARC, les adjudicó un avión de Pdvsa para que se
movilizaran y les dio apoyo financiero con una cuota de petróleo
refinado para venderlo en el mercado negro. Difícil no creer que Santos y
su canciller Holguín no estuvieran enterados de todo.
Para no poner en riesgo las relaciones con Venezuela, Santos, sin que se
le revolviera el estómago, accedió a una serie de exigencias del
gobierno venezolano, como enviar al narcotraficante Walid Makled y
evitar así su entrega al FBI y la DEA que lo reclamaban. Makled tenía
pruebas filmadas contra los narcogenerales que tenía en nómina y que
convierten a Venezuela en un narcoestado y un problema de seguridad
nacional para Estados Unidos. Santos salvó al gobierno de Chávez y a qué
precio.
El actual tema frontera puede tener que ver también con la extradición
de dos narcos colombianos, socios del Cartel de los Soles, Gersaín
Viáfara Mina, alias Eliseo, y el “empresario” Óscar Hernando Giraldo
Gómez, que según el diario El Tiempo es “el testigo estrella que
destapará el Cartel de los Soles”.
Para colmo, a Santos los cubanos también lo tienen montado en la olla;
se jactan de asegurar que les debe su triunfo porque planificaron una
efectiva guerra sucia en las elecciones que en primera vuelta ganó Óscar
Iván Zuluaga. Para Cuba el fracaso de Santos significaba el fracaso de
las conversaciones de paz, pues son el país donde se llevan las
negociaciones con la guerrilla. Raúl Castro es el primer interesado en
darle espacio político a las FARC, promover como candidata presidencial a
Piedad Córdoba y garantizar para Cuba ayuda económica y comercial.
¡Mucha mesa de diálogo, pero es lo más parecido a una guerra!
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