/17 de septiembre 2015 - 12:01 am
Caracas, 13 de septiembre de 2015
Querido Leo,
Quería
escribirte una carta y le consulté a un amigo que tenemos en común si
podría hacértela llegar de alguna forma. Me sugirió hacerla pública,
pues así tendría más chance de llegar a tus ojos, y le tomé la palabra.
Nunca
te dije cómo llegué a tenerte el enorme respeto que te tengo. Fue en
nuestro tiempo trabajando juntos. Estábamos en la recta final de las
primarias y los equipos de trabajo de tu campaña y la de Henrique se
fusionaron a raíz de la alianza. En ese momento comenzó lo que sería una
enriquecedora integración de intelectos, experiencias, visiones y
expectativas. Siendo la seguridad ciudadana mi tema de coordinación y el
tuyo de especialidad, comenzamos a trabajar juntos semana a semana por
lograr un programa de gobierno capaz de abordar y solucionar todas las
aristas de un problema tan dramático y complejo. Me impresionó que a
pesar de tu apretada agenda, siempre encontraras tiempo para participar
en los debates, desde los más concretos hasta los más abstractos, desde
las formas para materializar el desarme, hasta el papel y la importancia
de la prevención de la violencia.
Hablabas con pasión de los
temas, y hacías parecer que lograr un país seguro y en paz era posible,
factible, incluso cuando nos encontrábamos en algún laberinto. Si me
preguntas, quizás esa es en mi opinión la marca distintiva de un líder:
instalar en otros la fe y la certeza de que los objetivos y aspiraciones
pueden alcanzarse, que los problemas pueden solucionarse. En
definitiva, para mí y otros miembros originarios del comando
Tricolor-Venezuela, fue una gratísima experiencia –y en alguna medida
una sorpresa– habernos integrado tan bien contigo y tu gente. Probó que
los venezolanos somos capaces de echarle pichón a las cosas juntos y
sumar, aunque seamos oponentes políticos o tengamos diferencias
circunstanciales. Ojalá esa experiencia no hubiese sido solo un momento
fugaz y pudiésemos rescatar un poco de ese espíritu hoy en todos los
planos de la vida.
Para ser sincera, nunca estuve de acuerdo con
que te entregaras. No mereces estar preso, Leo, y la naturaleza de los
ocupantes actuales del gobierno en Venezuela da para que le saquen
provecho estratégico a un preso político, y más a uno como tú. Me
conmueven mucho los dulces Manuela y Leosan que, aunque pequeñitos y
motivados a diario por su mamá, no pueden estar cerca de su papá. Me
duelen también tus condiciones de reclusión y los maltratos que has
sufrido. Pero en todo caso, respeto lo que hiciste, entiendo tus
motivaciones, y sé que tus hijos también entenderán todo más adelante.
No
estoy muy segura de que el país aprecie o entienda por completo lo que
hiciste ni tus circunstancias actuales. Sí creo que impresiona e indigna
a muchos, pero no a los suficientes. Quisiera que más gente pudiese
entender el valor de “el que no la debe, no la teme” que está en el
centro de tu injusta prisión. Que te entregaste porque no tenías nada de
qué huir y que ahora estás siendo víctima, una vez más porque no es la
primera vez, de la injusticia burda del cobarde que pisa a otros solo
porque puede.
Cobardía es lo que está detrás de quien te aísla
porque no puede contener tu influencia ni mucho menos competir por ella.
Porque lo que hace quien no duda de su capacidad y liderazgo es
competir en igualdad de condiciones por apoyo, seguidores y partidarios
de su ideal en el libre mercado de las ideas. A ti necesitan ponerte
lejos y usarte como ejemplo del poder de su bota. Pero insisto, lamento
que más gente no sepa esto.
Cuenta conmigo para contar tu
historia. Y sigue esforzándote por mantener tu espíritu inquebrantable
como lo has hecho este año y medio, aunque a veces la desesperación
amenace con invadirte. Apóyate en la idea de que el mundo necesita
“factores de empatía y sensibilización” como tú que vivan, y así hagan
evidente el drama de la injusticia para movilizarse y actuar para que
otros no tengan que vivirla en el futuro. No desmayes, mejores días
vendrán.
Comparto contigo un pensamiento del papa Francisco que
resonó dentro de mí cuando lo leí: “No le temas al tiempo, nadie es
eterno; no temas a las heridas, te hacen más fuerte; no temas al llanto,
te limpia el alma; no le temas a los retos, te hacen más ágil; no temas
equivocarte, te hace más sabio, y no le temas a la soledad, Dios está
contigo siempre”.
Tu amiga,
Valentina
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