Algo extraordinario sucedió tres días antes de la marcha que este sábado ha encabezado la oposición venezolana en distintas ciudades de Venezuela y del mundo. Me encontraba en la ceremonia de graduación de mi hija en Harvard cuando David T. Ellwood, decano de la prestigiosa Harvard Kennedy School, dedicó gran parte de su discurso a la causa del líder opositor Leopoldo López.
Precisamente fue López quien, desde su encierro en el presidio político, convocó en un vídeo a la manifestación pacífica contra los atropellos del gobierno de Nicolás Maduro. Y es que el dirigente de Voluntad Popular tiene razones de sobra para alertar de lo que está sucediendo en su país. Ni él ni el resto de los presos políticos cuentan con las garantías mínimas para un juicio justo que los chavistas dilatan. Mientras López permanece encarcelado desde hace más de un año en la prisión militar de Ramo Verde, el alcalde de San Cristóbal, Daniel Ceballos, fue trasladado de la noche a la mañana a una peligrosa cárcel de presos comunes. Ambos han iniciado una huelga de hambre y las represalias contra ellos no cesan.
Digo que fue extraordinaria la mención que hizo Ellwood de López porque tuvo que ser en el bello y estimulante campus de Harvard donde llamaran la atención de la precaria situación de la oposición venezolana, y no desde los gobiernos de América Latina, donde los jefes de Estado eligen el silencio y la complicidad con el régimen de Maduro. El decano de la facultad de estudios graduados de política recordó con afecto y admiración a su antiguo alumno, y les dijo a los estudiantes que ese día recibían su diploma que la voluntad de cambiar el mundo y de exigir justicia es un deber que puede tener consecuencias como las que hoy está padeciendo López.
Es el riesgo que se corre cuando uno se enfrenta a un Gobierno autoritario que viola sistemáticamente los derechos humanos. Mientras el establishment político de la región inexplicablemente apoya el desastroso legado del desaparecido Hugo Chávez, sólo los ex presidentes se atreven a denunciar a Maduro. El colombiano Andrés Pastrana y el boliviano Jorge Quiroga viajaron a Venezuela con la intención de visitar a López y a Ceballos pero las autoridades les prohibieron el acceso a presidio. A pesar de que el ex presidente Felipe González tiene previsto viajar al país sudamericano en los próximos días para sumarse a la defensa de los activistas presos, todo apunta a que el gobierno lo recibirá con cajas destempladas.
Comienza a ser un lugar común decir una y otra vez que la gestión de Maduro ha tocado fondo, con una nación al borde del abismo económico y social. No obstante, si algo se ha comprobado a lo largo de la historia es la infinita capacidad de destrucción de los regímenes despóticos. Así es la Venezuela que construyó Chávez y que hoy su discípulo perpetúa rodeado de una camarilla de presuntos narcogenerales que se enriquecen al frente de poderosos carteles de la droga.
Lo más previsible sería resignarse al negro destino que los chavistas han diseñado para los venezolanos y llegar a la conclusión de que una marcha más no servirá para cambiar el rumbo torcido del país. Pero si algo aprendió Leopoldo López en las aulas de Harvard es el valor de la resistencia frente al inmovilismo, porque lo que no es un concepto hueco es el compromiso ético de salvar la patria. De las palabras del decano Ellwood se desprende que aún desde el fondo de una celda se puede luchar por la libertad.
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