27 de agosto 2014 - 00:01
Las
dimensiones de la grave crisis humanitaria en Venezuela,
por la falta de medicinas e insumos médicos en hospitales y
clínicas privadas, quedó al descubierto con el desgarrador
testimonio de uno de nuestros más queridos cantautores,
Yordano Di Marzo, quien confesó sus padecimientos en un
programa por CNN, como cualquier otro paciente que necesita
un tratamiento oncológico y se ve en la penosa situación
de apelar a la solidaridad humana a través de las redes
sociales y a buscar tratamiento en otro país, aunque para
eso deben tener las posibilidades económicas. La medicina
nuclear no se aplica por falta de todo tipo de insumos,
hasta en un centro tan importante de salud como el Hospital
de Clínicas Caracas. No se encuentra ningún tipo de
fármacos para enfermos que tienen que tomarlo de por vida –
hipertensos, diabéticos, que sufren de tiroides–, hay más
de 6.000 pacientes esperando por cirugías por falta de
sueros, sondas, tubos, mascarillas de anestesia y un largo
etcétera. Se trata de un atentado contra la vida de los
enfermos y crea un estado de angustia e impotencia entre
los médicos y profesionales cuya misión es curar y salvar
vidas. La imagen que ofrecen las farmacias es desoladora,
anaqueles vacíos o camuflados con chucherías; es falso que
el problema sea la escasez de marcas de medicinas, como
afirmó con gran cinismo el ministro de la Salud, Francisco
Armada, quien asegura que hay medicinas si se buscan por su
principio activo. Eso es un gran embuste. Podemos dar fe
todos los que andamos dando tumbos con nuestros récipes en
la mano por todas las farmacias y no se consiguen genéricos
para ningún tipo de enfermedades crónicas. Algo
incomprensible en un país petrolero como Venezuela que
pretende reconstruir la franja de Gaza mientras sus
ciudadanos se mueren de mengua en hospitales por falta de
medicinas, además de la escasez de alimentos o son
asesinados a manos del hampa que goza de impunidad y
protección por parte del gobierno "revolucionario".
Lo
que estamos sufriendo en Venezuela es un holocausto. No es
posible la indiferencia gubernamental y la falta de
sensibilidad sobre estos problemas, a no ser que sea parte
de una política de Estado con el fin –entre otros– de
propiciar oleadas de emigración como válvula de escape para
resolver los graves problemas internos, a imagen y semejanza
de Cuba.
La gran estafa
El
socialismo del siglo XXI no es más que una gran estafa, un
negocio redondo que se gerencia en Cuba. En Venezuela todo
lo manejan los dictadores cubanos, desde la política
internacional hasta la economía. Mandaron a Oswaldo Borrego
–lugarteniente del Che Guevara que supervisaba los
fusilamientos– como asesor de Nicolás Maduro, con la
supuesta misión de colaborar para reformular la economía
venezolana. Desde que llegó no ha hecho otra cosa que
implementar el sistema biométrico para controlar las ventas
de alimentos y de todo lo que se consuma en el país.
Obligarán a los comerciantes y expendedores a comprar las
"versátiles" máquinas captahuellas, que tanto han servido
para perpetrar fraudes electorales, como lo serán para
racionar alimentos, individualmente, a 30 millones de
habitantes. En Cuba sacan sus cuentas y calculan que el
negocio de las captahuellas tendrá una inversión de 3.000
millones de dólares, mientras esperan ansiosamente por la
mayor tajada: la venta de Citgo, para ampliar así la
refinería de Cienfuegos y procesar el crudo venezolano, a
cambio de los "borregos" que envían a prestar sus "valiosos"
servicios a la revolución bolivariana. ¡Gracias por todo
Fidel!
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