El gobierno quiere dialogar con la
oposición arrodillada y lo ha conseguido con esa parte de la dirigencia
que no representa ni a los estudiantes ni a los ciudadanos, que están en
la calle desde el 12 de febrero y han arriesgado su vida, su integridad
y su libertad al exigir una salida al terrorismo de Estado desatado por
un gobierno sin escrúpulos, que nos ha mostrado su cara más sanguinaria
a través de la actuación de la Guardia Nacional Bolivariana, infiltrada
por malandros entrenados por esbirros cubanos y por las bandas
paramilitares llamadas “colectivos”, expertas en rematar el trabajo
sucio con el asesinato, la tortura, perpetrando fríamente actos
degradantes y brutales, que han sido registrados en videos e
instantáneas como prueba irrefutable de sus inadmisibles aberraciones
contrarias a la civilidad.
Las torturas también son
asesinatos porque producen dolorosísimas heridas que a veces no alcanzan
a curarse. Los linchamientos a manos de los “colectivos” en la
Universidad Central de Venezuela, de estudiantes que son salvajemente
agredidos y denudados también son asesinatos porque mata la propia
estimación, arrebata el orgullo que es un delicado bien del ser humano y
lo hace añicos.
Esos actos de humillar al prójimo, de
quebrarle el espinazo de su dignidad son crímenes repugnantes. Y, sin
embargo, un apreciable número de personas consideran positivo e incluso
heroico un comportamiento claramente perverso como la de esos
“colectivos” armados dentro de un recinto universitario, respaldados y
acompañados por un ex dirigente estudiantil, Kevin Ávila, afecto y
protegido por el oficialismo.
Violencia selectiva
Se
han empeñado en mantener la violencia en niveles muy altos para
distraer a los ciudadanos de los aumentos generalizados por las
devaluaciones y el desabastecimiento. El ministro del Interior, Justicia
y Paz, Miguel Rodríguez Torres –que debería estar inhabilitado para el
cargo, por su cobarde participación en el intento de golpe de Estado en
1992, cuando atacó La Casona con una indefensa primera dama dentro de la
residencia presidencial y dejó un reguero de hombres muertos– es el
responsable de la coordinación de todas las atrocidades que hemos estado
presenciado con absoluta perplejidad.
Ahora el mayor
general nos anuncia una nueva etapa de violencia selectiva, y lo
reafirma el mismo día que aparecen asesinados en el Ávila dos hombres
aficionados al ciclismo de montaña, Gustavo Giménez y Luis Daniel Gómez,
vinculados estrechamente al líder de Voluntad Popular, Leopoldo López y
a grupos económicos; ese mismo día también ocurre el secuestro de una
periodista de Globovisión.
El libreto es previsible,
responsabilizarán a grupos radicales de la oposición como lo anunció el
ministro del prontuario delictivo andante: “La derecha venezolana, ante
el fracaso de las primeras fases de acciones insurreccionales, intentará
activar una nueva etapa de violencia selectiva”.
El sucio diálogo
Flaco
favor hacen los que han corrido a negociar con los cancilleres de
Unasur en un diálogo tramposo, que persigue apuntalar a un gobierno
prácticamente caído y tomarse una foto con un presidente que perdió toda
legitimidad; al estrechar su mano serán rociados por el perfume
absoluto de la sangre de los que murieron, han sido heridos o
torturados. Porque es tomarse una foto con el odio, el totalitarismo, la
represión y la persecución política. Hay actividades tan repugnantes
que envilecen a los que las practican. María Corina, Leopoldo López, el
alcalde Antonio Ledezma y los dirigentes del movimiento estudiantil
están libres de toda sospecha. ¡Viva la resistencia!
Por Marianella Salazar
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