Por: Jesús Petit Da Costa
Está claro que, por la muerte del difunto, Maduro fue escogido por los
hermanos Castro para ejecutar la tercera etapa del proyecto comunista en
la cual Venezuela se convertirá en otra Cuba, facilitando la existencia
formal de la Confederación Vene-Cuba que ya funciona de hecho bajo el
dominio cubano. Cumplido el requisito electoral, valiéndose de un fraude
masivo y descarado, el títere de Cuba solicitó una Ley Habilitante con
el fin de darle apariencia de legalidad a la implantación del comunismo
con la denominación neutra de Estado Comunal, eufemismo para no llamarlo
Estado Comunista como debería ser. Esta es, pues, la finalidad de la
Ley Habilitante: instaurar el Estado Comunista.
Para encubrir la finalidad de la Ley Habilitante, el títere de Cuba
motivó su solicitud afirmando que se proponía hacerle la guerra a la
corrupción. La demora de meses para conseguir el apoyo parlamentario
suficiente, dio tiempo a que se hiciera evidente el colapso del proyecto
comunista antes de la ejecución de la tercera etapa. Todo indicaba la
inminencia de un estallido social que acabaría con el proyecto comunista
derrumbando el régimen, a pesar de no haber oposición sino comparsa
electoral.
Ante la inminencia de un estallido social la monarquía comunista cubana
decidió dar un giro táctico: adelantarse desviándolo y encauzándolo
contra los empresarios. La línea política que bajaron fue negar el
fracaso del proyecto comunista. No hay tal colapso. Todo lo malo que
estamos viviendo se debe a la “guerra económica” de la burguesía. En
consecuencia, hay que castigar a la burguesía saqueándoles sus negocios.
Acatando esta línea de sus amos cubanos, los títeres en Venezuela han
promovido saqueos de negocios, pero selectivos y controlados. De este
modo creen haber conseguido la justificación socio-política de la
Habilitante, ya como instrumento directo contra la burguesía y, en
consecuencia, para implantar el comunismo.
Veamos la otra cara de la moneda: los saqueos son manifestaciones claras
de un estallido social latente, y como todo estallido social puede, ya
inducido, adquirir en cualquier momento una dinámica propia de las
rebeliones populares contra la tiranía si un nuevo liderazgo, que está
en ciernes con los “auto-convocados”, le da un viraje contra el
comunismo aprovechando la implosión del proyecto comunista.
Con su giro táctico los cubanos y sus títeres han soltado un tigre,
creyéndose domadores, y ya sabemos que un tigre hambriento o enfurecido
devora al domador mismo.
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