La nefasta tragedia que se cernió sobre Venezuela al caer Hugo Chávez bajo el embrujo mesiánico de los tiranos Castro no podía desaparecer sin un final digno de su decadencia. La unción de un monigote como su sucesor puede ser visto desde varias aristas. La médica: un paciente en estado terminal, posiblemente víctima de mala práctica médica (ampliamente analizada por múltiples interlocutores no autorizados), intoxicado con invasivos tratamientos, confinado y aislado en Cuba, pudo ser fácilmente manejado para convertirlo en el trágico ejecutor de los designios cubanos, que lograron instalar a uno de sus fieles mandaderos como verdugo final de la patria de Bolívar. La política: destinar a un civil de formación comunista, sin ascendencia militar, permitiría a los edecanes cubanos mantener su poder cupular castrense y, al mismo tiempo, defenestrar a los grupos de militares del 4-F que, aun siendo los nuevos ricos más corruptos y notables del régimen, son una barrera contra el modelo comunista cubano que los Castro están a punto de instalar definitivamente en Venezuela. La profiláctica: colocar a Nicolás Maduro a sabiendas de que su gobierno colapsaría facilita la primera razia generacional dentro del chavismo, para dar paso a la escisión anunciada del PSUV, que generará uno o dos grandes partidos de oposición chavistas, y borrar del mapa a los cascarones que quedan de la cuarta república.
Al despeñadero
Pelear contra el mercado ha originado una serie de disparates,
empezando por la baja de los precios por decreto, que origina un
desabastecimiento en todos los inventarios, sin posibilidad de
reposición, y la consecuente desaparición del sector comercio, con el
agravante del desempleo que se producirá a muy corto plazo.
Pretender regular precios y ganancias de una economía de importación,
regida (les guste o no) por un dólar convertido en ilegal, que supera
en 1.000% el valor oficial, y negar así el verdadero poder del mercado
es una tremenda brutalidad que significará el final de este régimen.
¿Por qué no decretan el valor de la cebolla, que ya ronda los 100
bolívares el kilo; de un cartón de huevos, que pasó la barrera de los
100 bolívares y no son importados?
Crear un modelo económico chavista del siglo XXI, en el cual la regulación de las ganancias y los costos se dicten por decreto, pero, al mismo tiempo, los ingresos de la nación son producto del más salvaje de los mercados, como el del petróleo, es un absurdo que no es ni podrá ser sostenible. ¿O es que Pdvsa va a vender ahora el petróleo a 4 dólares por barril, en lugar de los 100 dólares y así salvar a la humanidad, como reza el Plan de la Patria Revolucionaria? ¡Por favor! Caldera gobernó con el barril a 8 dólares y no hay comparación en la calidad de vida que teníamos, y eso que aquel gobierno dio bastante margen para guisos de todo tipo, que comparados con los de hoy parecen guisos a precios justos.
Nicolás Maduro no se da cuenta del triste papel que hace junto con su
combo de rapiñas, aplaudido por sus enemigos que lo llevan derechito
al matadero, al igual que llevaron a Chávez a creerse inmortal en su
borrachera mesiánica, y en lugar de mandarlo a su casa a descansar
aceleraron su desaparición física con una campaña electoral a la que
nunca debió presentarse, porque le costó la vida.
Maduro no
se percata de que los venezolanos no tienen manera, ni con 10 sueldos
mínimos, ni aguinaldos de una Navidad decretada en noviembre, de
llenar una nevera, así sea de esas chinas que regalan por un voto. Eso
es lo que lo tumbará, es el verdadero capítulo final de un traumático
período histórico que, incluso, hace tambalear la estabilidad de
Cuba, convertida en regente de Venezuela.
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