El expresidente colombiano Andrés Pastrana AP_REUTERS
"Sin Venezuela democrática no hay paz posible en Colombia. Una democracia sin votos contados no es una democracia"
ROBERTO GIUSTI | EL UNIVERSAL
domingo 12 de mayo de 2013 12:00 AM
Andrés Pastrana anda por el
Medio Oriente y desde allí, haciendo un alto en su agenda viajera,
confirmó y profundizó su advertencia, en carta enviada al presidente de
Colombia, Juan Manuel Santos, la semana pasada , sobre "el sacrificio
de la democracia venezolana en el altar de su reelección" (la de
Santos). Pero, aun más grave es su convencimiento de que Santos ha
puesto esa reelección en las manos de un mandatario venezolano cuya
legitimidad en entredicho, por lo que llama un fraude electoral, lo
coloca "ante la peor de sus crisis".
-Cuando usted
critica al presidente Santos "por entregar al chavismo y sus aliados la
cabeza de la democracia venezolana"¿no debería incluir en esa critica a
los mandatarios de Uruguay, Argentina y Brasil, por citar sólo tres
países visitados por Maduro recientemente?
-Hace apenas unos
días el analista Moisés Naim denunciaba, poniendo al Brasil como
ejemplo, lo que él denomina la "cruel indiferencia" de tantos países
ante las libertades venezolanas hoy en peligro. Para el caso colombiano,
más como análisis que como crítica, he recordado al país que por
primera vez se da un proceso de reelección presidencial simultáneamente
con unas conversaciones de paz, y esto implica obvios riesgos. El
hermano del presidente Santos ya ha dicho que sin reelección no hay paz
posible. Ante esto he sugerido preguntar si el as en la manga de las
FARC no es que sin paz firmada no habría reelección posible. Sin
embargo, el riesgo más evidente para Colombia es haber montado el
proceso de paz sobre el aval de Hugo Chávez para acabar en manos de un
Nicolás Maduro en entredicho, a quien le conviene más un proceso lento y
enredado para ganar el tiempo que hoy tanto necesita. El riesgo
evidente para Venezuela es que el Gobierno de Colombia, vecino y
hermano, se coloque con otros del lado del fraude, fracturando la
cohesión en torno del compromiso fundamental del Sistema Interamericano
con la defensa de la democracia. En este sentido, Unasur ha dado señales
equívocas y peligrosas al admitir esguinces antidemocráticos que
contradicen y amenazan la razón misma de ser de la OEA.
-¿A qué atribuye el hecho de que buena parte de la comunidad internacional y sobre todo de la región se haya hecho la vista gorda con Chávez y ahora lo haga con Maduro?
-Naim, en el mismo escrito, pone de
presente cómo los autócratas se disfrazan de demócratas y cómo muchas
veces los demócratas caemos en la trampa de admitir, sin más,
formalidades democráticas que no son más que pretextos para montajes en
contrario. Tras la votación en Venezuela, el bloque de los autócratas
disfrazados de América ha salido fortalecido por el silencio de las
grandes democracias ante el fraude. Hay quienes en su momento se
hicieron los de la vista gorda frente a Venezuela por razón de
afinidades políticas y ventajas económicas. Pero otros, a pesar de sus
serias reservas sobre el rumbo de la democracia en Venezuela, reconocían
en el proceso revolucionario un trasfondo y unos antecedentes de
insatisfacción popular que Chávez capitalizó a su favor. El golpista
Chávez sacó ventaja del hecho de, tras recibir un indulto, ser
alternativa democrática en esa coyuntura. Después habría de dar el giro
autocrático para atornillarse en el poder.
-El hecho de
que el presidente Santos le atribuya tanta importancia al papel
venezolano en las conversaciones de La Habana, al punto de hacerse
cómplice, como usted lo sugiere, de una dictadura en potencia, ¿no
constituye la aceptación tácita de una alianza que en el pasado conspiró
contra la democracia colombiana?
-El presidente
Santos -viejo enemigo y nuevo mejor amigo de Chávez- no ha dejado campo
para otra interpretación. El Presidente de Colombia ha confirmado esa
alianza con la esperanza de utilizarla a favor de la paz. Lo que apenas
comenzamos a vislumbrar es el costo que dicho pacto cuando le llega a
Santos el turno de pagar favores en circunstancias que evidentemente no
estaban presupuestadas. Es entonces cuando nos debemos preguntar si
Maduro no ha exigido la cabeza de la democracia venezolana como
contraprestación por cumplir lo pactado con Chávez.
-Si
Chávez se valió de su papel de mediador entre el Gobierno de Uribe y
las FARC, para favorecer los intereses de estas últimas, ¿porqué no
habría de hacerlo ahora Maduro con Santos?
-Nunca
descarté la buena fe de Chávez, aún cuando he insistido en que la paz de
Colombia no tiene que pasar por Venezuela. La paz de Colombia la
hacemos los colombianos. Chávez quiso ir al Caguán y ser parte del
proceso buscando algún protagonismo. Nunca se lo permití y eso nunca
afectó nuestra relación. Pero el presidente (Álvaro) Uribe cometió el
error de meter en el tema de la paz l presidente Chávez, lo que
desembocó en el choque de personalidades y la profunda ruptura que aún
tras su muerte persiste. En cuanto a Maduro, sospecho que el fraude
difícilmente le permitirá gobernar. Pero como nuevo padrino político de
las FARC, Maduro tiene sus antenas en La Habana, una chequera petrolera y
una frontera larga y porosa. Es decir, tiene aún en sus manos elementos
muy fuertes y eventualmente perturbadores para incidir en el proceso de
paz.
-¿Es Santos un rehén del chavismo?
-Santos
es rehén de sí mismo por la reelección que busca tan angustiadamente y
que, en buena parte, ha puesto en manos del chavismo al jugarse la paz
como carta electoral. Ese socio, tras la muerte de Chávez y el proceso
electoral, ha entrado en la peor de sus crisis.
-Ahora,
si en La Habana se echan las bases de un acuerdo de paz, ¿no estaría
justificada la actitud de Santos con quienes antes de ser sus mejores
amigos, eran sus peores enemigos?
-Personalmente prefiero mil
veces una auténtica paz hecha en Colombia por colombianos con espíritu
nacional, a un acuerdo derivado de crisis ajenas y afanes electorales.
La guerrilla parece haber captado la debilidad fundamental de un equipo
negociador excluyente y sectario. Tal vez por ello, tras dos años de
contactos y conversaciones, las FARC ni siquiera han evacuado el primero
de treinta sub puntos de una agenda prevista para la firma del
presidente-candidato en noviembre.
-Escribe usted que
"la frágil democracia venezolana está al borde del abismo". ¿De qué
manera incidiría sobre Colombia el entronizamiento en nuestro país de un
régimen no democrático?
-Sin Venezuela democrática no hay
paz posible en Colombia. En este sentido la descalificación de Capriles
para acompañar el proceso colombiano por parte de sus contradictores es
absurda. Capriles ha dado sobradas muestras de ponderación, serenidad y
voluntad de paz en su país en las circunstancias políticas y personales
más difíciles. Este es el temple de un verdadero estadista y estas son
cualidades bienvenidas como garantía en cualquier proceso de
negociación.
-¿Cree usted, tomando en cuenta el cuestionamiento a su legitimidad, que el gobierno de Maduro es viable?
-Democracia sin votos contados no es, ni será nunca, democracia.
-¿Cuando
usted rechazó la invitación del CNE para asistir a las elecciones del
14 de abril, sospechaba que ocurriría lo que ocurrió? ¿Pensó que lo
podían utilizar para legitimar los resultados?
Con cuatro de cinco miembros cargados hacia un candidato, todo podía suceder y todo sucedió, como lo han demostrado los hechos.
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