Teódulo López Meléndez
Los cambios políticos, económicos y sociales están a la vista. La
complejidad de lo que viene requerirá de desafiantes ideas y de un
pensamiento continuo. Lo que vamos a enfrentar, lo que ya estamos
enfrentando, abarca profundidades que llegan hasta interrogantes sobre
el sentido mismo del hombre. Uno de los primeros en planteárselo en
estos términos fue Bertrand Russel en su libro ¿Tiene futuro el hombre?
Russel andaba preocupado ante la aparición del armamento nuclear y por
la Guerra Fría que amenazaba una confrontación destructora, pero sus
planteamientos sobre la creación de una conciencia y de un gobierno
mundial siguen allí. Las circunstancias se han modificado pero nos hemos
encargado de crear nuevos peligros, como el que vemos prácticamente a
diario: la ceguera ante un mundo que se acaba y la resistencia al nuevo
que emerge.
La política es un campo esencial de acción y dentro de ella la de la
filosofía política. Hemos repetido sobre la necesidad de un pensamiento
complejo que cambie paradigmas y de nuevas respuestas abarcadoras a las
dimensiones actuales del mundo en convulsión. Está claro que esas nuevas
formas dependen del hombre y de su transformación, de su inmersión en
la aceptación de la idea de un futuro que ya está en nuestras casas y
que implican ideas como la unidad en la diversidad, transformación
inmediata de los organismos multinacionales hacia la adopción de las
nuevas maneras de expresión global, concepción de formas económicas para
el desarrollo de lo humano y de muchas más que incluso dejan las
estructuras de la organización para hendirse en conceptos sobre la
evolución misma de nuestra especie.
Dentro de nuestra contingencia y limitaciones o entendemos que el
objetivo es la búsqueda del bien común y la realización de la persona
humana o seguiremos al garete, situación propicia para que un futuro no
deseado juegue con nuestra suerte. Cuando comenzó el interrogatorio
sobre qué podría hacerse con y desde el hombre subió el interrogatorio
de qué debe hacerse con la organización social. Siempre está presente la
necesidad de nuevas descripciones o como lo he llamado, la
perentoriedad de una interrogación ilimitada. Lo que sí es cierto es que
todo hombre debe tener que ver con una experiencia intelectual, desde
los principios hasta las causas y efectos para hacer de la libertad una
nueva reformulación trascendental. Al hombre del siglo XXI le es vital
aprender a comprenderse, mucho más que en cualquier otro tiempo, porque
más que en cualquier otro tiempo su permanencia no está garantizada.
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