La “Unidad” es poderosa. Al ingerirla, mágicamente parece que se
borraran los problemas, es un alucinógeno que hace de la realidad el
universo donde el descalabro de Venezuela no existe, la entrega de
nuestra soberanía a Fidel Castro es el sonido del silencio y los asuntos
relevantes se vuelven polvo transparente.
La “Unidad” todo lo permite. Bajo sus efectos, sus adictos son fundamentalistas radicales, atribuyéndose el derecho de despreciar, atacar e injuriar a cualquiera que asome un comentario critico.
La “Unidad” transforma a algunos periodistas y medios de comunicación en jueces parciales y severos del mundo que vivimos, vetando y censurando lo que les de la gana, con total impunidad.
Todo se permite cuando se ingiere esta píldora. Para los “unitarios” se existe dentro de ella, mientras que fuera simplemente no existe nada.
Aparte de agresividad, confusión y desidia, la “Unidad” también tiene como efecto colateral la perdida total de la memoria. Fue el narcótico de 2004, 2006 y 2010, pero como sus adictos olvidan el pasado, lo viven como si fuera el presente.
Lejos de su caleidoscopio fantástico, esta droga nunca ha cambiado la realidad, mas allá de la involución y deterioro que naturalmente se produce cuando lo que es real no se toma en cuenta, lo visible es invisible y lo importante se hace intrascendente.
La “Unidad” todo lo permite. Bajo sus efectos, sus adictos son fundamentalistas radicales, atribuyéndose el derecho de despreciar, atacar e injuriar a cualquiera que asome un comentario critico.
La “Unidad” transforma a algunos periodistas y medios de comunicación en jueces parciales y severos del mundo que vivimos, vetando y censurando lo que les de la gana, con total impunidad.
Todo se permite cuando se ingiere esta píldora. Para los “unitarios” se existe dentro de ella, mientras que fuera simplemente no existe nada.
Aparte de agresividad, confusión y desidia, la “Unidad” también tiene como efecto colateral la perdida total de la memoria. Fue el narcótico de 2004, 2006 y 2010, pero como sus adictos olvidan el pasado, lo viven como si fuera el presente.
Lejos de su caleidoscopio fantástico, esta droga nunca ha cambiado la realidad, mas allá de la involución y deterioro que naturalmente se produce cuando lo que es real no se toma en cuenta, lo visible es invisible y lo importante se hace intrascendente.
La fiesta es interminable en el mundo de la “Unidad”. Su música no deja
hablar, menos pensar. Es una exclusiva orgia de pactos y alabanzas, de
concursos de popularidad y vulgares clichés.
Los que no desean alucinar son inexistentes para los anfitriones y no son invitados a la fiesta donde la nada se vuelve todo. Se quedan afuera, en la realidad, donde los problemas si existen, la nada es algo y pensar no es pecado.
La “Unidad” es una droga peligrosa.
Los que no desean alucinar son inexistentes para los anfitriones y no son invitados a la fiesta donde la nada se vuelve todo. Se quedan afuera, en la realidad, donde los problemas si existen, la nada es algo y pensar no es pecado.
La “Unidad” es una droga peligrosa.
Juan Carlos Sosa Azpúrua
http://venezuelavetada.blogspot.com/2011/09/juan-c.html
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