Florida, Camagüey. 28 de septiembre de 2010.
Directorio Democrático Cubano.
El Directorio presenta el siguiente testimonio del activista de la Resistencia Cubana Yoel Marín Cárdenas, quien narra la brutal represión emprendida contra él a raíz de su ejercicio del derecho a la libre expresión.
En momentos en que el régimen castrista pretende limpiar su imagen ante la comunidad internacional, las violaciones a los derechos humanos por parte de ese mismo régimen continúan. Defensores de los derechos humanos en Florida, Camagüey, fueron amenazados si daban a conocer este testimonio al Directorio Democrático Cubano y a Radio República. Cumplimos con el deber de denunciar estos atropellos.
Testimonio de Yoel Marín Cárdenas, vicedelegado del Partido Cuba Independiente y Democrática en Florida, Camagüey.
Yo me encontraba en la carretera de Florida en el parque frente a la funeraria conversando con dos compañeros del pueblo sobre la dificultad del país —que está destruido—, hablando sobre democracia para Cuba y sobre el desempleo de los obreros próximamente sin sueldo y sin nada, como está esto aquí. De pronto por la espalda mía pasan dos policías y me dan y me dicen: "Cállate la boca".
Cuando yo me viro le digo a uno: "¿Por qué nos vamos a callar, si lo que estamos diciendo es verdad?" y no me dejaron hablar. El otro andaba con un arma larga y me da con la culata en el centro del pecho y me tira para el piso. El otro, que sabe artes marciales, vestido de guardia verde, fue y me fió tres estrellones. Entonces el pueblo empieza a gritarles que eso era un abuso y que por qué me hacían eso. Rápidamente me cargaron y me llevaron para la Seguridad del Estado, que está a una cuadra y media del lugar.
Ya estando en la Seguridad del Estado, llaman a un carro patrullero para que me condujeran para la unidad de la Policía. Cuando llego a la unidad con la manilla CAMBIO en la mano y el reloj y varias pertenencias —que me las botaron—, me quitaron la manilla con tanta fuerza que me desbarataron el reloj. Me rompieron el cristal y la manilla del reloj me la hicieron pedazos. Vi cuando los dos policías que me agredieron llegaron más atrás y los metieron para una oficina con el arma larga. Pusieron el arma encima de un buró y cuando yo miré para allá se pusieron delante de mí dos policías y desaparecieron el arma larga. De ahí me llevaron para el calabozo. Me declaro en huelga de hambre el día 19 a las 10 de la noche.
Me sacan y me llevan al PPU (clínica de urgencia) porque me sentía mal. Yo no podía ni hablar por el golpe que me habían dado en el pecho con la culata del arma larga y los estrellones que me habían dado. Me llevan al PPU en la patrulla con un policía conocido en Florida como el capitán Fredy, que es un hombre que se ha dedicado toda la vida a atropellar a las personas y al pueblo en general. Le quita los platanitos al pueblo y las cosas para quedárselas él.
Cuando llegamos a la clínica, me sientan en una silla. No había doctora, quien estaba era una enfermera. La policía le dice a la enfermera que me inyecte y que me saque sangre. Yo le dije a la enfermera que yo lo que necesitaba era que me hicieran una placa del pecho por los golpes que ellos me habían dado y un certificado para yo acusarlos y no me dejé.
La enfermera dijo: "No, si él no se deja no se le puede hacer".
Los policías dijeron: "¿Cómo que no? El se lo va a hacer por las buenas o por las malas, porque nosotros somos los que mandamos".
Entonces me esposaron y comenzaron a forzajearme y se viró la silla y la mesa de la enfermera que me iba a atender. La enfermera dio un brinco para atrás y dijo que no, que ella no iba a permitir eso porque yo no quería y ella no se hacía responsable.
Y entonces ellos se enfurecieron y me arrastraron desde adentro hasta la patrulla esposado. Me echaron el gas en los ojos. Ahí abren la puerta de la patrulla, me tiran de cabeza esposado. Casi no podía ver por el spray.
Yo solamente gritaba: "¡Abajo la dictadura! ¡Libertad para el pueblo cubano! ¡Vivan los pies descalzos, los de a pie! ¡Vivan las Damas de Blanco! ¡Orlando Zapata vive! ¡Pedro Luis Boitel vive! ¡Libertad y democracia para el pueblo de Cuba! ¡Vivan los derechos humanos!" y más.
Se enfurecían y me cogieron y me quedaron los pies afuera (del carro policial) y el cuerpo adentro esposado. Me doblaron el pie y sentí el dolor cuando me lo retorcía.
Me decía: "Yo soy Fredy y Raúl [Castro] mandó a hacer esto a los opositores, a los de la democracia y los derechos humanos y más a ustedes aquí en Florida, en las Mercedes, que han convertido a toda las Mercedes en contrarrevolucionarios. Hay que matarlos". Y me partieron el pie.
Me tiraron también la puerta contra el pie y ahí salieron a millón con la patrulla y en el camino desde el PPU hasta la unidad, se ensañó arriba de mí. Yo esposado con el spray que no podía abrir los ojos como si fuera Tin Chocolate, él dándome piñazos por donde quiera y sangrando —bañado en sangre— y con el pie partido. Eso fue sobre las 11 de la noche del domingo día 19 de septiembre. Él fue dándome golpes hasta llegar a la unidad y llegando a la Policía, paró.
Yo les decía: "Mátenme. Mátenme. ¡Vivan los derechos humanos! ¡Libertad y democracia para el pueblo de Cuba! ¡Zapata vive! ¡Pedro Luis Boitel vive!" y ahí se calmó y no me dio más golpes, porque me vio bañado en sangre.
En la Policía me arrastraron. Me halaron así como un perro con el pie partido y me llevaron para el calabozo directo arrastrado. Eso fue a las 11 de la noche. Me tiraron para dentro de los calabozos solo, oscuro sin luz y sin nada y les dije que me dolía el pie, que me habían partido el pie. Y me dijeron: "Muérete ahí".
Al otro día por la mañana, cuando vino el oficial de guardia para traer el desayuno, le dije que yo estaba plantado y que me vieran el pie. Cuando me vieron el pie, que estaba hinchado y jorobado para otra parte, se asustaron y a millón dijeron: "Llamen a un carro patrullero que a este hombre hay que llevarlo para el hospital". Esto fue sobre las 9 de la mañana del otro día.
Me llevan al hospital, dos patrulleros distintos. En el hospital estaba el pueblo. Había más de 500 personas a las 10 de la mañana un lunes. Cuando llego al hospital me tiran la placa de urgencia. También en el pecho me hicieron una placa y me mandan con el ortopédico, custodiado con dos policías.
Me empiezo a manifestar en el hospital que esto me lo habían hecho ellos y la gente comenzó a solidarizarse conmigo y con la causa que tenemos aquí en Florida y en Cuba entera. Todas aquellas personas me brindaban cigarros, querían que tomara refresco, hasta pizzas salieron y me buscaron. Pero les dije que estaba en huelga de hambre.
Los dos policías cogieron el teléfono del hospital y llamaron avisando que mucha gente en el hospital estaba al lado de la camilla y que ellos no podían ni transitarse por la cantidad de gente que querían estar al lado mío. Pidieron apoyo a la gente de la Seguridad. Tenían miedo que el pueblo se les virara. Más de 1 500 personas se habían agrupado ahí el lunes a las 10 de mañana en el hospital de Florida y ellos tuvieron que pedir apoyo. Cuando miro, seis Ladas de la Seguridad del Estado llenos, toda la Policía de refuerzo con la Seguridad del Estado y tomaron el hospital completo.
"El pueblo tomó las calles. Ellos hicieron un cordón que no dejaron entrar ni salir a nadie del hospital. La Seguridad del Estado me decía: "Cállate la boca" y yo más decía: "Mátenme. Mátenme. Síganme dando. Esto me lo hicieron ustedes. Me torturaron y lo digo delante del pueblo para que vean que son ustedes los dictadores. Nosotros somos pacíficos". Eso fue delante de un público a las 10 de la mañana. El pueblo continuaba tratando de darme cigarros, y cosas de comer y de tomar, pero yo les decía que estaba plantado.
Me viraron la nariz, me echaron spray en los ojos y tenía los ojos hinchados, pelados en la frente, en la cara, en los codos y en los pies. me dieron patadas y la Seguridad me decía: "Cállate la boca". Y yo les decía: "No tengo por qué callarme. Esto es la verdad. Lo que me hicieron ustedes, esbirros, castristas, que ya no pueden con el pueblo y ahora que ustedes fueron los primeros que formaron el desorden aquí y la corrupción. Ustedes son corruptos y ahora quieren tomar el orden a la fuerza con el pueblo inocente". Todos oyendo eso en el hospital y ellos le decían a todos los que se me acercaban que no podían acercarse a mí.
En la placa me salió el pie partido y la Policía con la doctora estaba conversando aparte. Ellos se quedaron con la placa. Ni me dieron la placa ni el papel de las lesiones ni nada. El pecho lo tenía inflamado del golpe. Me mandaron pastillas de antibióticos y eso. De nuevo me llevaron para la Policía enyesado y la placa la desaparecieron en el camino entre la doctora y la Policía y la Seguridad del Estado.
En la Policía me meten para el calabozo y yo no podía ver ni abrir los ojos por la reacción del spray. Cuando me vieron me dijo la doctora: "Hay que hacerle enjuague en la vista porque se puede quedar ciego". Entonces la Policía y la doctora de la Policía me sacaron del calabozo y me hicieron unos enjuagues.
Cuando yo oigo a los policías y al [oficial] político y al Jefe de Unidad que dicen: "Oye, nadie se puede mover de aquí, que mandaron a decir del puesto de mando que viene una comisión para acá de la Provincia, de la Delegación", yo no podía abrir los ojos. Me cogieron y me dijeron: "Negro de mierda. Lo que ha hecho Fidel por ustedes. Hay que matarlos".
Me pusieron detrás de la Policía y me arrastraron con el pie partido porque yo no podía ver bien y me arrastraron entre cuatro policías y me tiraron en un césped detrás entre la Policía y los calabozos y me empezaron a virar de frente al sol, para que el sol me diera en los ojos, para que me quedara ciego.
Yo comienzo a gritar: "¡Auxilio, socorro, me están torturando!" y me daban patadas y me decían: "¡Grita más, que aquí nadie te oye, contrarrevolucionario, negro de mierda!".
Y me daban patadas por el culo y por aquí por la canilla tengo las marcas todavía. Estoy esperando a [el activista del Movimiento Solidario Expresión Libre] Julio Romero que venga para que él mismo vea con sus propios ojos antes de que se quiten las huellas de todo el cuerpo: en la cara, en la frente, en los brazos, en las piernas —donde quiera tengo golpes. Lo que me hicieron los esbirros de Castro. El presidente del CID [Cuba Independiente y Democrática] Roberto Marrero, estuvo aquí y me tiró fotos y eso y él vio todo.
Hasta el tabique de la nariz me lo viraron y me decían: "Grita para que veas que aquí nadie te oye. Nosotros estamos autorizados por Raúl y Fidel para matar a todos los contrarrevolucionarios como tú y a todos los partidos esos inventados que tienen ustedes". Se reían.
Cuando yo estaba gritando, se encontraban afuera de la unidad dos hermanas mías que me sintieron la voz y empezaron a dar gritos y entraron corriendo por la Policía, para dentro de la unidad, gritando: "¿Qué le están haciendo a mi hermano? ¿Qué le están haciendo a mi hermano?". Y pudieron llegar hasta donde estaba yo, con todo y que los policías se les metieron en el medio para evitar que ellas cogieran para allá. Mis hermanas forzajearon y pudieron llegar.
Cuando ellos sintieron eso, los policías que me estaban dando golpes y torturándome cogieron y me arrastraron y me sentaron en un banco de piedra y cuando llegaron mis hermanas, que me vieron bañado en sangre, gritaron: "8¡Mira lo que han hecho con mi hermano! Lo tienen muerto. ¿Qué es eso? Eso es una tiranía. Eso es un asesinato. ¡Mira lo que le han hecho a mi hermano!".
Entonces los policías decían: "¿Ustedes ven que le estamos haciendo algo? Nosotros no le estamos haciendo nada. Nosotros no le hemos hecho nada".
Y yo les dije: "Verdad, hermana. Si no grito y ustedes me conocen la voz ¡me matan aquí!".
Me pisoteaban los dedos de los pies, el mismo pie partido. En ese mismo pie me pisoteaban y yo no podía abrir los ojos por el spray. En el sol el spray se me reactivaba y los ojos me lloraban solos. Ellos cogieron y sacaron a mis hermanas a empujones para afuera y me dejaron ahí.
Cuando se presenta el Político [agente de la Seguridad del Estado] de la unidad dice: "¿Qué está sucediendo?". Yo le digo que ellos me estaban torturando y el Político les dice que se vayan para allá. Ellos decían: "Raúl dice que le hagamos eso porque ellos hacen eso por 10 dólares".
Y yo les dije: "A mí nunca me han mandado un medio, ni quiero. Nosotros luchamos contra la dictadura que tienen ustedes. Peores ustedes que hacen esto y torturan y matan y asesinan aquí por un paquetito de fa que les dan cada tres meses en una jabita, un litro de aceite y un viajecito a la playa o un estímulo a una base de campismo. Ustedes matan al pueblo y lo atropellan y nos asesinan. Por eso, los dictadores son ustedes. Los asesinos son ustedes y me pueden matar, pero van a vivir mis ideas como Zapata que vive, como Pedro Luis Boitel que vive, las Damas de Blanco y el pueblo de Cuba. Tendrán muchos seguidores, porque ya el cáncer lo tienen radicado en el cuerpo. La oposición está dentro de Cuba y cada día se nos unen más.
Al rato me liberaron.
Directorio Democrático Cubano.
El Directorio presenta el siguiente testimonio del activista de la Resistencia Cubana Yoel Marín Cárdenas, quien narra la brutal represión emprendida contra él a raíz de su ejercicio del derecho a la libre expresión.
En momentos en que el régimen castrista pretende limpiar su imagen ante la comunidad internacional, las violaciones a los derechos humanos por parte de ese mismo régimen continúan. Defensores de los derechos humanos en Florida, Camagüey, fueron amenazados si daban a conocer este testimonio al Directorio Democrático Cubano y a Radio República. Cumplimos con el deber de denunciar estos atropellos.
Testimonio de Yoel Marín Cárdenas, vicedelegado del Partido Cuba Independiente y Democrática en Florida, Camagüey.
Yo me encontraba en la carretera de Florida en el parque frente a la funeraria conversando con dos compañeros del pueblo sobre la dificultad del país —que está destruido—, hablando sobre democracia para Cuba y sobre el desempleo de los obreros próximamente sin sueldo y sin nada, como está esto aquí. De pronto por la espalda mía pasan dos policías y me dan y me dicen: "Cállate la boca".
Cuando yo me viro le digo a uno: "¿Por qué nos vamos a callar, si lo que estamos diciendo es verdad?" y no me dejaron hablar. El otro andaba con un arma larga y me da con la culata en el centro del pecho y me tira para el piso. El otro, que sabe artes marciales, vestido de guardia verde, fue y me fió tres estrellones. Entonces el pueblo empieza a gritarles que eso era un abuso y que por qué me hacían eso. Rápidamente me cargaron y me llevaron para la Seguridad del Estado, que está a una cuadra y media del lugar.
Ya estando en la Seguridad del Estado, llaman a un carro patrullero para que me condujeran para la unidad de la Policía. Cuando llego a la unidad con la manilla CAMBIO en la mano y el reloj y varias pertenencias —que me las botaron—, me quitaron la manilla con tanta fuerza que me desbarataron el reloj. Me rompieron el cristal y la manilla del reloj me la hicieron pedazos. Vi cuando los dos policías que me agredieron llegaron más atrás y los metieron para una oficina con el arma larga. Pusieron el arma encima de un buró y cuando yo miré para allá se pusieron delante de mí dos policías y desaparecieron el arma larga. De ahí me llevaron para el calabozo. Me declaro en huelga de hambre el día 19 a las 10 de la noche.
Me sacan y me llevan al PPU (clínica de urgencia) porque me sentía mal. Yo no podía ni hablar por el golpe que me habían dado en el pecho con la culata del arma larga y los estrellones que me habían dado. Me llevan al PPU en la patrulla con un policía conocido en Florida como el capitán Fredy, que es un hombre que se ha dedicado toda la vida a atropellar a las personas y al pueblo en general. Le quita los platanitos al pueblo y las cosas para quedárselas él.
Cuando llegamos a la clínica, me sientan en una silla. No había doctora, quien estaba era una enfermera. La policía le dice a la enfermera que me inyecte y que me saque sangre. Yo le dije a la enfermera que yo lo que necesitaba era que me hicieran una placa del pecho por los golpes que ellos me habían dado y un certificado para yo acusarlos y no me dejé.
La enfermera dijo: "No, si él no se deja no se le puede hacer".
Los policías dijeron: "¿Cómo que no? El se lo va a hacer por las buenas o por las malas, porque nosotros somos los que mandamos".
Entonces me esposaron y comenzaron a forzajearme y se viró la silla y la mesa de la enfermera que me iba a atender. La enfermera dio un brinco para atrás y dijo que no, que ella no iba a permitir eso porque yo no quería y ella no se hacía responsable.
Y entonces ellos se enfurecieron y me arrastraron desde adentro hasta la patrulla esposado. Me echaron el gas en los ojos. Ahí abren la puerta de la patrulla, me tiran de cabeza esposado. Casi no podía ver por el spray.
Yo solamente gritaba: "¡Abajo la dictadura! ¡Libertad para el pueblo cubano! ¡Vivan los pies descalzos, los de a pie! ¡Vivan las Damas de Blanco! ¡Orlando Zapata vive! ¡Pedro Luis Boitel vive! ¡Libertad y democracia para el pueblo de Cuba! ¡Vivan los derechos humanos!" y más.
Se enfurecían y me cogieron y me quedaron los pies afuera (del carro policial) y el cuerpo adentro esposado. Me doblaron el pie y sentí el dolor cuando me lo retorcía.
Me decía: "Yo soy Fredy y Raúl [Castro] mandó a hacer esto a los opositores, a los de la democracia y los derechos humanos y más a ustedes aquí en Florida, en las Mercedes, que han convertido a toda las Mercedes en contrarrevolucionarios. Hay que matarlos". Y me partieron el pie.
Me tiraron también la puerta contra el pie y ahí salieron a millón con la patrulla y en el camino desde el PPU hasta la unidad, se ensañó arriba de mí. Yo esposado con el spray que no podía abrir los ojos como si fuera Tin Chocolate, él dándome piñazos por donde quiera y sangrando —bañado en sangre— y con el pie partido. Eso fue sobre las 11 de la noche del domingo día 19 de septiembre. Él fue dándome golpes hasta llegar a la unidad y llegando a la Policía, paró.
Yo les decía: "Mátenme. Mátenme. ¡Vivan los derechos humanos! ¡Libertad y democracia para el pueblo de Cuba! ¡Zapata vive! ¡Pedro Luis Boitel vive!" y ahí se calmó y no me dio más golpes, porque me vio bañado en sangre.
En la Policía me arrastraron. Me halaron así como un perro con el pie partido y me llevaron para el calabozo directo arrastrado. Eso fue a las 11 de la noche. Me tiraron para dentro de los calabozos solo, oscuro sin luz y sin nada y les dije que me dolía el pie, que me habían partido el pie. Y me dijeron: "Muérete ahí".
Al otro día por la mañana, cuando vino el oficial de guardia para traer el desayuno, le dije que yo estaba plantado y que me vieran el pie. Cuando me vieron el pie, que estaba hinchado y jorobado para otra parte, se asustaron y a millón dijeron: "Llamen a un carro patrullero que a este hombre hay que llevarlo para el hospital". Esto fue sobre las 9 de la mañana del otro día.
Me llevan al hospital, dos patrulleros distintos. En el hospital estaba el pueblo. Había más de 500 personas a las 10 de la mañana un lunes. Cuando llego al hospital me tiran la placa de urgencia. También en el pecho me hicieron una placa y me mandan con el ortopédico, custodiado con dos policías.
Me empiezo a manifestar en el hospital que esto me lo habían hecho ellos y la gente comenzó a solidarizarse conmigo y con la causa que tenemos aquí en Florida y en Cuba entera. Todas aquellas personas me brindaban cigarros, querían que tomara refresco, hasta pizzas salieron y me buscaron. Pero les dije que estaba en huelga de hambre.
Los dos policías cogieron el teléfono del hospital y llamaron avisando que mucha gente en el hospital estaba al lado de la camilla y que ellos no podían ni transitarse por la cantidad de gente que querían estar al lado mío. Pidieron apoyo a la gente de la Seguridad. Tenían miedo que el pueblo se les virara. Más de 1 500 personas se habían agrupado ahí el lunes a las 10 de mañana en el hospital de Florida y ellos tuvieron que pedir apoyo. Cuando miro, seis Ladas de la Seguridad del Estado llenos, toda la Policía de refuerzo con la Seguridad del Estado y tomaron el hospital completo.
"El pueblo tomó las calles. Ellos hicieron un cordón que no dejaron entrar ni salir a nadie del hospital. La Seguridad del Estado me decía: "Cállate la boca" y yo más decía: "Mátenme. Mátenme. Síganme dando. Esto me lo hicieron ustedes. Me torturaron y lo digo delante del pueblo para que vean que son ustedes los dictadores. Nosotros somos pacíficos". Eso fue delante de un público a las 10 de la mañana. El pueblo continuaba tratando de darme cigarros, y cosas de comer y de tomar, pero yo les decía que estaba plantado.
Me viraron la nariz, me echaron spray en los ojos y tenía los ojos hinchados, pelados en la frente, en la cara, en los codos y en los pies. me dieron patadas y la Seguridad me decía: "Cállate la boca". Y yo les decía: "No tengo por qué callarme. Esto es la verdad. Lo que me hicieron ustedes, esbirros, castristas, que ya no pueden con el pueblo y ahora que ustedes fueron los primeros que formaron el desorden aquí y la corrupción. Ustedes son corruptos y ahora quieren tomar el orden a la fuerza con el pueblo inocente". Todos oyendo eso en el hospital y ellos le decían a todos los que se me acercaban que no podían acercarse a mí.
En la placa me salió el pie partido y la Policía con la doctora estaba conversando aparte. Ellos se quedaron con la placa. Ni me dieron la placa ni el papel de las lesiones ni nada. El pecho lo tenía inflamado del golpe. Me mandaron pastillas de antibióticos y eso. De nuevo me llevaron para la Policía enyesado y la placa la desaparecieron en el camino entre la doctora y la Policía y la Seguridad del Estado.
En la Policía me meten para el calabozo y yo no podía ver ni abrir los ojos por la reacción del spray. Cuando me vieron me dijo la doctora: "Hay que hacerle enjuague en la vista porque se puede quedar ciego". Entonces la Policía y la doctora de la Policía me sacaron del calabozo y me hicieron unos enjuagues.
Cuando yo oigo a los policías y al [oficial] político y al Jefe de Unidad que dicen: "Oye, nadie se puede mover de aquí, que mandaron a decir del puesto de mando que viene una comisión para acá de la Provincia, de la Delegación", yo no podía abrir los ojos. Me cogieron y me dijeron: "Negro de mierda. Lo que ha hecho Fidel por ustedes. Hay que matarlos".
Me pusieron detrás de la Policía y me arrastraron con el pie partido porque yo no podía ver bien y me arrastraron entre cuatro policías y me tiraron en un césped detrás entre la Policía y los calabozos y me empezaron a virar de frente al sol, para que el sol me diera en los ojos, para que me quedara ciego.
Yo comienzo a gritar: "¡Auxilio, socorro, me están torturando!" y me daban patadas y me decían: "¡Grita más, que aquí nadie te oye, contrarrevolucionario, negro de mierda!".
Y me daban patadas por el culo y por aquí por la canilla tengo las marcas todavía. Estoy esperando a [el activista del Movimiento Solidario Expresión Libre] Julio Romero que venga para que él mismo vea con sus propios ojos antes de que se quiten las huellas de todo el cuerpo: en la cara, en la frente, en los brazos, en las piernas —donde quiera tengo golpes. Lo que me hicieron los esbirros de Castro. El presidente del CID [Cuba Independiente y Democrática] Roberto Marrero, estuvo aquí y me tiró fotos y eso y él vio todo.
Hasta el tabique de la nariz me lo viraron y me decían: "Grita para que veas que aquí nadie te oye. Nosotros estamos autorizados por Raúl y Fidel para matar a todos los contrarrevolucionarios como tú y a todos los partidos esos inventados que tienen ustedes". Se reían.
Cuando yo estaba gritando, se encontraban afuera de la unidad dos hermanas mías que me sintieron la voz y empezaron a dar gritos y entraron corriendo por la Policía, para dentro de la unidad, gritando: "¿Qué le están haciendo a mi hermano? ¿Qué le están haciendo a mi hermano?". Y pudieron llegar hasta donde estaba yo, con todo y que los policías se les metieron en el medio para evitar que ellas cogieran para allá. Mis hermanas forzajearon y pudieron llegar.
Cuando ellos sintieron eso, los policías que me estaban dando golpes y torturándome cogieron y me arrastraron y me sentaron en un banco de piedra y cuando llegaron mis hermanas, que me vieron bañado en sangre, gritaron: "8¡Mira lo que han hecho con mi hermano! Lo tienen muerto. ¿Qué es eso? Eso es una tiranía. Eso es un asesinato. ¡Mira lo que le han hecho a mi hermano!".
Entonces los policías decían: "¿Ustedes ven que le estamos haciendo algo? Nosotros no le estamos haciendo nada. Nosotros no le hemos hecho nada".
Y yo les dije: "Verdad, hermana. Si no grito y ustedes me conocen la voz ¡me matan aquí!".
Me pisoteaban los dedos de los pies, el mismo pie partido. En ese mismo pie me pisoteaban y yo no podía abrir los ojos por el spray. En el sol el spray se me reactivaba y los ojos me lloraban solos. Ellos cogieron y sacaron a mis hermanas a empujones para afuera y me dejaron ahí.
Cuando se presenta el Político [agente de la Seguridad del Estado] de la unidad dice: "¿Qué está sucediendo?". Yo le digo que ellos me estaban torturando y el Político les dice que se vayan para allá. Ellos decían: "Raúl dice que le hagamos eso porque ellos hacen eso por 10 dólares".
Y yo les dije: "A mí nunca me han mandado un medio, ni quiero. Nosotros luchamos contra la dictadura que tienen ustedes. Peores ustedes que hacen esto y torturan y matan y asesinan aquí por un paquetito de fa que les dan cada tres meses en una jabita, un litro de aceite y un viajecito a la playa o un estímulo a una base de campismo. Ustedes matan al pueblo y lo atropellan y nos asesinan. Por eso, los dictadores son ustedes. Los asesinos son ustedes y me pueden matar, pero van a vivir mis ideas como Zapata que vive, como Pedro Luis Boitel que vive, las Damas de Blanco y el pueblo de Cuba. Tendrán muchos seguidores, porque ya el cáncer lo tienen radicado en el cuerpo. La oposición está dentro de Cuba y cada día se nos unen más.
Al rato me liberaron.
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