-”Madre Muerta Caminando”
- Elizabeth Fuentes describe la angustia y el dolor de los padres que ven partir a sus hijos en la Venezuela socialista.
-Un país secuestrado por “malandros” obliga a partir.
-Es muy frecuente encontrr en el exterior cantidades de
profesionales todos con grados universitarios y buena formacion
familiar que buscan su futuro en otras latitudes.
-Cada caso encierra una angustiosa historia para los padres que ven alejarse a sus hijos
Por: Elizabeth Fuentes*
” Madre muerta caminando” es como lo describo, mala traducción de
“men dead walking”, que es como rotulan en norteamerica a los condenados
a muerte mientras atraviesan el pasillo que los llevará a la silla
eléctrica.
Exagerada la comparación, por supuesto, pero igual lo repito
mentalmente cada vez que me despido de mi hija y comienzo a atravesar
ese trocito de aeropuerto donde ya no hay regreso, y me volteo para
mandarle un besito volado con cara de que “estoy bien” y ella me
responde guapeando por no llorar, mientras mi yerno, mi otro hijo, la
abraza fuerte porque sabe lo que le espera cuando lleguen a casa y vean
la habitación vacía.Todos mis sobrinos ya se fueron. La única que
faltaba se acaba de largar a Australia, que es como decir “más nunca”.
“Eso no tiene consuelo”, les digo a mis hermanos como se lo he
repetido a varias de mis amigas que pasaron por semejante dolor.En
nuestras reuniones familiares ya no hay jóvenes, solo padres que
hablamos de hijos ausentes, del nido vacío antes de tiempo, de lo caro
que están los pasajes, de las maromas para cancelar la tarjeta de
crédito a tiempo hasta el próximo viaje.
Mi hija, les hago el chiste, llena la nevera y la despensa con
maravillas para que yo no tenga que gastar nada en eso.No hay manera de
que entienda que para un venezolano ir a Whole Foods es como visitar el
Moma y que salir a caminar a cualquier hora o caerse a palos en un bar
hasta las dos de la mañana, es ahora un derecho humano solo para
privilegiados.Los jóvenes que conozco -profesionales, inteligentes,
echados pa’lante-, meten el verbo “irse” en su conversa con tanta
naturalidad como la palabra “secuestro”.
Una de ellos me contó,” tranquilaza”, que a la hora de una emergencia
etílica en pleno bonche, mandan al más pelabolas a comprar la caña o el
hielo, porque no es secuestrable.Pero no solo se van por razones
“mercantilistas”, como metió la pata una de las tantas ministras de
salud que tampoco sirve para nada: la señora que gerencia nuestra casa
me dice que quiere mandar su muchacho de vuelta a Colombia ¬ un
jovencito buena conducta- porque en su barrio todo es drogas, asesinatos
y ajuste de cuentas.Cada día me llega con un cuento más espantoso que
el anterior. Que si a la clase media se le van los hijos, a los humildes
se los asesinan, un dolor incomparable a nuestro rito de aeropuerto.Una
nadería nuestra despedida frente a una espera a las puertas de la
morgue.
Mi hija se aterroriza cada vez que aparece Venezuela en las noticias:
presos descabezados, atracos en cine, asaltos en las iglesias,
narcotráfico, un presidente amenazando con sandeces, secuestros cash,
protestas callejeras, gente matándose por un kilo de harina PAN.A veces
me pide que me quede, que no regrese a ese infierno.Entonces me imagino
hablando un inglés con mucho acento, sin amigos, sin historia, sin nada
que hacer, pendiente del país y del resto de mis amores por Internet,
cada vez más enfurecida con este destino que nos ha impuesto esta
catajarra de malas personas que dicen gobernarlo.Porque esa gente no es
ni de izquierda ni de derecha. Además de incapaces y flojos, son unos
indecentes, así de simple.Eso que llamaba mi mamá “gente sin educación
de hogar”.
Mala gente, en definitiva, que no tiene valores de ninguna naturaleza
y ocultos tras cuatro consignas se han dedicado a beneficiarse entre sí
-amigotes, familiares, compadres- con cargos, comisiones y contratos
millonarios, haciéndose la vista gorda ante el asalto al erario público
que cometen día tras día para seguir gozando de sus camionetas
blindadas, sus cuentas en dólares, sus pintas de nuevos ricos y lo
sabroso que es viajar gratis y abusar del poder.Yo sí quiero que se
vayan todos, como aquella consigna que nació en Argentina.
.Desde los que no tienen vergüenza para renunciar hasta los que
carecen de cojones para botar a los ineficientes. Ya va siendo hora de
que comencemos a serrucharles el piso voto a voto.Aunque, mientras
tanto, podríamos inventar el Día de los Padres Huérfanos ¬ que tal el 6 de diciembre,
cuando ganó la joyita de Hugo?- y tomemos las plazas en silencio,
pongamos una bandera de luto en los balcones, en los autos, en las
motos, en los ranchos.Que se vayan todos a ver si mi hija puede volver a
visitar la tumba de su abuelita porque, hasta entonces, le tengo
prohibición de entrada a semejante país.
* Articulista de El Nacional de Caracas
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