Alberto Franceschi G.
Hace mucho que los venezolanos ven frustrar uno tras otro sus mitos y sus sueños, sobre todo en política. Casi que la vida entera se nos va en acumular expectativas que son luego insatisfechas. Por cada sueño que se cumple hay otros 10 rotos, desvaneciéndose al paso del tiempo.
Ya es hora entonces que empecemos a ver la realidad de frente y asumir que los regímenes, gobiernos, modelos sociales, instituciones, programas etc, son solo nombres engañosos de grandes intereses, bastardos en su gran mayoría.
Alguna vez entenderemos que las ficciones van siendo molidas por las duras realidades.La democracia representativa, por ejemplo, como la vivimos en sus buenos tiempos ya no volverá, el remedo de ella, que sufrimos ya en los años ochentas y noventas, solo fueron el preámbulo de su agonía en manos de Caldera, que permitió su sepultura final con el chavismo, aupado hasta llevarlo y consolidarlo en el poder de la mano de grandes banqueros y plutócratas, nunca lo olvidemos.
Por eso cuando revelaciones como las de Mario Silva nos barrajan contra el suelo de los duros hechos, y aunque muchos no lo crean, el panorama empieza a aclararse.
El país va directo a otro tipo de régimen político, cuyo punto de partida será la ruptura del nexo colonial con el régimen castrista cubano.
Maduro, que es la representación consular de lo que queda como herencia fantasmagórica de ese adefesio que inventó Chávez, está ya dando muestras de una mutación de naturaleza a la que le obliga Diosdado, para que pague los platos rotos.
El impepinable dilema de Maduro es: o termina de cambiar para adentrarse en unas reformas profundas, renunciando a defender los intereses del comunismo gangrenado cubano y su mezcla con este capitalismo vudú nuestro, que sobrevive a pesar de las calamidades que fueron acumulándose como pasivos de toda clase, o sencillamente le quedan pocos meses de vida, mientras Diosdado hace inevitable el recambio institucional , terminando de convencer la mayoría chavista, sobre que ya es hora de orientar el timón para otro rumbo.
La mayoría chavista verá con buenos ojos cualquier recambio que los saque del pantano madurista. La caída de Mario Silva es casi un símbolo sobre lo muy rápido que se impondrán los cambios, que él tanto temía bajo la batuta de Diosdado, sin que Maduro pueda hacer gran cosa para impedirlo, porque le debe el poder fraudulento al mismo que le convencerá, por las buenas o por las malas, que ya le quedó muy grande el puesto de sucesor y Presidente.
Lo que Chávez trató de evitar se hizo inevitable. Si hubiera puesto a Jaua ya estaría fuera del poder rastrillando los dientes en la acera. Para evitar una caída estrepitosa los cubanos y el “comandante eterno” no pudieron encontrar nadie mejor que el marido de Cilia en el entorno de áulicos, con las credenciales de docilidad para con los hermanos Castro.
Se apoyó entonces a Maduro ante la visita a fecha fija de la inoportuna muerte y “tan claro como su luna llanera”, que le ayudó a alumbrar esa solución al comandante, ahora queda claro que el muchachón no da para mucho, porque le dejó un país desecho de contradicciones, resultado de sus inventos y del saqueo castrista, que ha sido lo único eficiente de toda esta década y media de régimen colonial cubano.
Diosdado le da a Maduro toda la cuerda que quiera, es mas puede dejarlo el tiempo que Cilia perciba como para que sus mejores sueños sean satisfechos , pero no puede dejarlo hasta el punto que arruine la transición no tan traumática hacia el gobierno sustituto que obligatoriamente será MILITAR-CIVIL y que se las ingeniaría para descansar sobre una legalidad aunque sea precaria por varios años.
Al que le tengo malas noticias es a Capriles. Su victoria electoral que solo podía defenderla como la gente quería aquel 17 de abril, a pedrada limpia y costara lo que costara, pasará al olvido y una muy importante tajada de lo que fue su electorado , viendo cambios reales hacia un mejoramiento de los indicadores económicos, y ante el cambio real que implica la salida cubana del escenario, tenderá a quedarse en su casa, presos de sus fatalismos o de sus acomodamientos. Capriles estará al final contento porque su prédica habrá sido más que exitosa NO PASARA NADA que ponga en peligro la paz, su añorada paz, la paz de los que pueden esperar décadas…
Para los que quieran bajar de los sueños y ver realidades en la perspectiva próxima, podrían comenzar por apreciar el viraje hacia un régimen MILITAR-CIVIL en manos de Diosdado Cabello, que ya empezó, aunque falten sus episodios más sonados. Mario Silva estará contándole a los amos, el detalle de lo que ya había dicho en el CD.
Y los Castro sacarán la única conclusión probable: hay que apurar las propias aperturas hacia los otrora odiados “gusanos” del exilio, que en realidad constituyen la burguesía Cubana de Florida, ya en plan de recolonización capitalista de la isla de sus querencias y amarguras.
Aquí ya empezó nuestra “apertura”. Ramírez el de PDVSA, que sabe más que pescado frito, ya está adelantándose con las compañías gringas, que ya no son más segregadas. Está pactando créditos y sociedades con ellas, para obtener más divisas mejorando la producción.
En los sectores económicos decisivos ya se habla en serio con su amiguete el ministro Merentes, que afloja por fin los dólares y arrincona al monje Giordani, al que solo sacan a asolearse con alguna celebración de simbologías aniversarias de la épica chavista en bancarrota.
Algo muy extravagante deberá inventar Capriles para tratar, con el club de amigos de la MUD, de evitar la diáspora en masa de la elite económica y la mediática, hacia las playas del gobierno, por ahora de Maduro pero en realidad en transición hacia uno nuevo, que invente otra fraseología, porque la chavista está agotándose a velocidad e trueno. Creo que vienen tiempo como los del “cabito” Castro, quien al instalar su gobierno en 1899 proclamó:
“Podemos decir que la campaña armada está terminada ya, pues se ha inaugurado un Gobierno que es el renacimiento de la República y cuyo programa puede sintetizarse así:Nuevos hombres. Nuevos ideales. Nuevos procedimientos”.
Se está armando otro régimen, Mario Silva tenía razón, Diosdado se queda con el santo y la limosna. Y esto puede resultar así a menos que un general Gómez no agote rápidamente el tiempo del “cabito” y pase a imponer cambios aun más drásticos, tantas veces pospuestos y agónicamente necesarios.
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