Opinión
Federico Boccanera
ND
Ya comenzó la precampaña y muchos precandidatos siguen y seguirán apuntando todo su esfuerzo, en la búsqueda de lo que he llamado en artículos anteriores, el “eslabón perdido”: ya sea que este se encuentre encarnado entre los indecisos, los chavistas más o menos insumisos, o los “NiNi”, grupos obstinadamente escurridizos a los cuales irán dirigidas toda la propuesta, toda la oferta, toda la imagen, todo el paquete, todo el discurso, todo el lenguaje…
También con el comienzo de la campaña se podrá volver a observar el surgir de ese particular fenómeno, en el fondo clasista y refistolero, que hará que muchos electores comulguen con una extraña economía del voto mediante la cual, lo importante es votar por el candidato que le guste “a ellos, al pueblo”, y por lo tanto, tenga más chance de convertirlos (y teóricamente, de ganar): la tendencia es tal que ya algunas mediocridades microfoneadas que al parecer logran pasar la estafa de que son dirigentes, han comenzado a hablar del candidato, o candidatos, con “sabor a pueblo”…
Dentro de este panorama pre-electoral supuestamente dominado por grandes paquidermos incontrastables, a su vez supuestamente escoltados por grandes rebaños dispuestos a hacer valer lo de incontrastable -por si acaso la terca realidad relancinamente se empeña en querer expresarse- ante este panorama paleontológico de comienzos del cuaternario en pleno siglo XXI, se cuela la figura de un “homo” que más que “habilis”, quiere y desea demostrar que es “sapiens”: Diego Arria.
Diego Arria es un candidato independiente pero no es un candidato anti-político, pues sus planteamientos no conllevan un mensaje radicalizado anti-sistema, más bien su planteamiento se encuentra dirigido hacia el rescate del país partiendo de su rescate cívico, institucional, ciudadano y también político. Lo que pasa es que Arria no es un candidato de masas -al menos en el momento de su civilizada irrupción- tampoco es un proyecto político convertido en producto cuidadosamente empaquetado, el cual aplicando con obediencia fórmulas mercadotécnicas, sale a conquistar un mercado electoral en donde a cada segmento socioeconómico, le aplica a conveniencia un código comunicacional prefabricado. ¡No! aquí estamos en presencia de algo muy distinto: sobre todo estamos en presencia de un Ciudadano Venezolano, un Venezolano universal y triunfador como pocos, el cual, renunciando a todo adorno por querer renunciar a cualquier posibilidad de engaño, no propone otra cosa que convocar a otros Venezolanos, para una tarea de emergencia y para una tarea de salvación, para nada fáciles y de éxito para nada descontable.
Para Diego Arria, este país en peligro real de perder su paz y su estabilidad por años y posiblemente décadas, clama por una sociedad dispuesta a activarse, fajarse y afrontar el reto, empresa que no se puede convocar mediante promesas electorales tradicionales, que como fatalidad recurrente y máximamente imprudente, nos reproponen “el recibir por sobre el dar”, cuando aquí lo único que cabe, si es que alguna vez nos asumimos como adultos, y adultos a su vez aspirantes a la madurez y al título de ciudadanía, es apelar a toda conciencia remanente, y comprometer voluntades para una empresa que sólo podrá rescatarnos y salvarnos (y validarse en el tiempo, o sea, curarnos) si se manifiesta como creación y construcción colectiva.
Se trata obviamente de una propuesta de trabajo, porque él sabe mejor que nadie, él que ha debido tratar casos internacionales realmente dramáticos durante su paso estelar por la ONU, que las crisis se afrontan, y la paz y la justicia se hacen, trabajando fuertemente, y con tesón, y durante muchos años, y no con propuestas automáticas de reconciliación y reunificación instantáneas, en torneos de bolserías para gente a la que se le considera bobalicona, incluso sin disimular mucho, tal como se está haciendo.
La convocatoria de Arria es genuinamente nacional, porque no parte de una subdivisión del discurso en mensajes confeccionados para cada grupo, ocasión y localidad, sino que parte y se mantiene en una premisa fija donde la unidad, es consustancial a un emplazamiento sin distingos para rescatar la factibilidad del país, primero y antes que nada, incluso antes que garantizar, precipitada e insensatamente, el respeto a ultranza de ciertos intereses grupales, sean poderosos, sean “populares” (o que los hayan disfrazado como tales).
Esto se refleja, con total y perfecta coherencia, cuando afirma que: "la reconciliación y la reunificación para mi tienen un solo límite; la impunidad" y en su propuesta sin ambages de gobierno de transición, sin reelección, y con gobernabilidad basada en una convocatoria a constituyente como uno de los primeros actos a ejecutarse.
Escuchar a Diego Arria implica pasar por la interesante experiencia de escuchar a alguien que ni se engaña ni pretende engañar, que no evade las problemáticas con malabarismos, que no amplifica ni minimiza a conveniencia, y sobre todo, implica escuchar a alguien que respeta LA inteligencia -la de él, la mía y la de sus oyentes- y esto se aplica a su visión y propuestas sobre cualquier tema: desde la corrupción y el narcoterrorismo enquistados en el régimen, hasta ese siniestro “ministerio de elecciones” que mientan CNE.
Es mi convicción que debemos buscar, como si se tratase de nuestro máximo deber, que a nuestro país lo gobiernen los mejores, y que el otro máximo deber, es que lo mejor en cada uno de nosotros, se active definitivamente como ciudadanía, para que ese gobierno de los mejores, se nos parezca cada vez más, porque al final, a los gobiernos los determinan sobre todo nuestras omisiones y luego nuestros prejuicios…
Escuchemos atentamente a todos los precandidatos ¡y sobre todo a Don Diego! ese Señor que sólo busca Venezolanos…
@FBoccanera
También con el comienzo de la campaña se podrá volver a observar el surgir de ese particular fenómeno, en el fondo clasista y refistolero, que hará que muchos electores comulguen con una extraña economía del voto mediante la cual, lo importante es votar por el candidato que le guste “a ellos, al pueblo”, y por lo tanto, tenga más chance de convertirlos (y teóricamente, de ganar): la tendencia es tal que ya algunas mediocridades microfoneadas que al parecer logran pasar la estafa de que son dirigentes, han comenzado a hablar del candidato, o candidatos, con “sabor a pueblo”…
Dentro de este panorama pre-electoral supuestamente dominado por grandes paquidermos incontrastables, a su vez supuestamente escoltados por grandes rebaños dispuestos a hacer valer lo de incontrastable -por si acaso la terca realidad relancinamente se empeña en querer expresarse- ante este panorama paleontológico de comienzos del cuaternario en pleno siglo XXI, se cuela la figura de un “homo” que más que “habilis”, quiere y desea demostrar que es “sapiens”: Diego Arria.
Diego Arria es un candidato independiente pero no es un candidato anti-político, pues sus planteamientos no conllevan un mensaje radicalizado anti-sistema, más bien su planteamiento se encuentra dirigido hacia el rescate del país partiendo de su rescate cívico, institucional, ciudadano y también político. Lo que pasa es que Arria no es un candidato de masas -al menos en el momento de su civilizada irrupción- tampoco es un proyecto político convertido en producto cuidadosamente empaquetado, el cual aplicando con obediencia fórmulas mercadotécnicas, sale a conquistar un mercado electoral en donde a cada segmento socioeconómico, le aplica a conveniencia un código comunicacional prefabricado. ¡No! aquí estamos en presencia de algo muy distinto: sobre todo estamos en presencia de un Ciudadano Venezolano, un Venezolano universal y triunfador como pocos, el cual, renunciando a todo adorno por querer renunciar a cualquier posibilidad de engaño, no propone otra cosa que convocar a otros Venezolanos, para una tarea de emergencia y para una tarea de salvación, para nada fáciles y de éxito para nada descontable.
Para Diego Arria, este país en peligro real de perder su paz y su estabilidad por años y posiblemente décadas, clama por una sociedad dispuesta a activarse, fajarse y afrontar el reto, empresa que no se puede convocar mediante promesas electorales tradicionales, que como fatalidad recurrente y máximamente imprudente, nos reproponen “el recibir por sobre el dar”, cuando aquí lo único que cabe, si es que alguna vez nos asumimos como adultos, y adultos a su vez aspirantes a la madurez y al título de ciudadanía, es apelar a toda conciencia remanente, y comprometer voluntades para una empresa que sólo podrá rescatarnos y salvarnos (y validarse en el tiempo, o sea, curarnos) si se manifiesta como creación y construcción colectiva.
Se trata obviamente de una propuesta de trabajo, porque él sabe mejor que nadie, él que ha debido tratar casos internacionales realmente dramáticos durante su paso estelar por la ONU, que las crisis se afrontan, y la paz y la justicia se hacen, trabajando fuertemente, y con tesón, y durante muchos años, y no con propuestas automáticas de reconciliación y reunificación instantáneas, en torneos de bolserías para gente a la que se le considera bobalicona, incluso sin disimular mucho, tal como se está haciendo.
La convocatoria de Arria es genuinamente nacional, porque no parte de una subdivisión del discurso en mensajes confeccionados para cada grupo, ocasión y localidad, sino que parte y se mantiene en una premisa fija donde la unidad, es consustancial a un emplazamiento sin distingos para rescatar la factibilidad del país, primero y antes que nada, incluso antes que garantizar, precipitada e insensatamente, el respeto a ultranza de ciertos intereses grupales, sean poderosos, sean “populares” (o que los hayan disfrazado como tales).
Esto se refleja, con total y perfecta coherencia, cuando afirma que: "la reconciliación y la reunificación para mi tienen un solo límite; la impunidad" y en su propuesta sin ambages de gobierno de transición, sin reelección, y con gobernabilidad basada en una convocatoria a constituyente como uno de los primeros actos a ejecutarse.
Escuchar a Diego Arria implica pasar por la interesante experiencia de escuchar a alguien que ni se engaña ni pretende engañar, que no evade las problemáticas con malabarismos, que no amplifica ni minimiza a conveniencia, y sobre todo, implica escuchar a alguien que respeta LA inteligencia -la de él, la mía y la de sus oyentes- y esto se aplica a su visión y propuestas sobre cualquier tema: desde la corrupción y el narcoterrorismo enquistados en el régimen, hasta ese siniestro “ministerio de elecciones” que mientan CNE.
Es mi convicción que debemos buscar, como si se tratase de nuestro máximo deber, que a nuestro país lo gobiernen los mejores, y que el otro máximo deber, es que lo mejor en cada uno de nosotros, se active definitivamente como ciudadanía, para que ese gobierno de los mejores, se nos parezca cada vez más, porque al final, a los gobiernos los determinan sobre todo nuestras omisiones y luego nuestros prejuicios…
Escuchemos atentamente a todos los precandidatos ¡y sobre todo a Don Diego! ese Señor que sólo busca Venezolanos…
@FBoccanera
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