La palabra traición es la más
adecuada para definir el silencio cómplice, indiferente o, por lo menos
complaciente, del gobierno venezolano ante la seguidilla de violaciones
al Acuerdo de Ginebra por parte del Presidente de Guyana, Bharrat
Jadgeo. Este convenimiento establece las normas que deben observarse
para mantener un mínimo de normalidad en las relaciones entre Venezuela y
Guyana, al menos mientras se mantenga la ya bastante debilitada
reclamación nuestra sobre el territorio Esequibo.
Desde el principio de su gobierno, Hugo Chávez ha pretendido
restarle importancia al tema.
Llegó al extremo del cinismo antinacional
que le es característico, de afirmar que la reactivación de la
reclamación que comentamos, la hizo Rómulo Betancourt cediendo a la
presión de Estados Unidos en su afán de desestabilizar al gobierno
autónomo de Guyana. Cuesta mucho creer que ese señor sea tan ignorante
que no sepa que el planteamiento fue reactivado cuando Guyana estaba
alcanzando su independencia. No le reconozco buena fe a quien hace
propio el argumento fundamental de Guyana, restándole legitimidad y
fuerza a la reclamación misma.
Pero el señor ha ido más lejos. Se burla de quienes protestan, con
razón y derecho, por la traición que se ha ido cocinando
progresivamente. Políticos, internacionalistas, exfuncionarios de la
Cancillería, profesores y antiguos jefes militares no han vacilado en
atribuirle esa conducta a la cercanía ideológica entre ambos presidentes
y a la furia rabiosa que vomita el nuestro con relación a Estados
Unidos. Sadio Garavini, exembajador en Guyana, en reciente declaración
recordaba las negociaciones entre los cancilleres de ambas naciones para
conseguir el voto favorable a Venezuela en su pretensión de ingresar al
Consejo de Seguridad de la ONU, a cambio de retirar definitivamente la
reclamación, dándoles pleno derecho a los guyaneses sobre el territorio
en disputa. No hay secretos eternos, más tarde o más temprano, todo se
sabe.
Esto no es todo. Simultáneamente con lo ideológico y los cálculos
para mantener el apoyo de los países del CARICOM, están en juego
intereses económicos, tanto de gobiernos como el brasilero como de
transnacionales que conocen la enorme riqueza y ya han sido
beneficiarias de concesiones que el gobierno venezolano ha debido
objetar. Se trata de grandes obras de infraestructura y explotación
abierta de la riqueza mineral y petrolera. Lo último es gravísimo. La
solicitud formal de Guyana para extender de200 a350 millassu mar
territorial, lo cual incluye la plataforma de la zona en reclamación. De
concretarse el daño será irreversible para nuestra salida al Atlántico y
para la exploración de los yacimientos de petróleo y gas en la zona.
Quedará afectada la relación con Trinidad, Tobago y otras realidades del
Caribe. Las preguntas son, ¿por qué el silencio? ¿De quién o de quienes
son o serán los negocios en desarrollo? Lo cierto es que la patria está
siendo traicionada impunemente.
oalvarezpaz@gmail.com
@osalpaz
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