Tiempo de Palabra OLLA CONSPIRATIVA
11 de septiembre de 2011
Existe
una conspiración -me dice- acelerada por la enfermedad; es una
operación compleja que tiene como centro el adelanto de las elecciones:
“Hay quienes quieren para mayo”. La idea es que la oposición entraría en
un debate agotador para las primarias y la persona escogida saldría
algo magullada sin posibilidades de recuperarse y hacer campaña rápido.
Le respondo que eso es jugar con candela, no sólo porque viola la
tradición electoral y se le verían las costuras demasiado sino porque
una eventual derrota de Chávez lo dejaría en el gobierno más de 7 meses.
“Eso no dura así”, le riposto. Bueno, váyanse preparando, murmura.
(Crónica con la receta de José Vicente Marciano y un toque de ají dulce)
Recibo
la llamada y me dice, “¿te acuerdas de mí? soy “el químico” de nuestra
época en la UCV, cuando tú también eras rojo-rojito”. Inmediatamente
atajo recuerdos, obvio el sarcasmo, y traigo a mi memoria al camarada de
los viejos tiempos, él en Ingeniería y yo en Economía. Me dice que le
urge hablar conmigo. Nos citamos. “De Sordo a Peláez, en el café de la
esquina, a las 10 de la mañana”. Lo recojo y le pregunto qué adónde
vamos, porque presumía que iba a ser una cháchara por allí cerca. Me
pide que enrumbe hacia la Cota Mil. Mientras, me dice que Dolores, una
importante camarada del proceso, quiere hablar conmigo en su
apartamento, sito en La Castellana. Yo le digo que no creo que el
gobierno me siga, que, a lo más, debe tener grabaciones telefónicas; él
me responde: “no tengo temor de que sigan a ti sino a mí… hay demasiada
paranoia interna en relación con posibles saltos de talanquera. No es mi
caso ni jamás lo será, pero los camaradas de inteligencia están
obsesionados con las deserciones”.
I
El
apartamento de Dolores es grande, espacioso. Nos conocemos desde hace
años cuando ella vivía en San Martín. Ahora es parte de las cabezas de
la revolución. No se inmuta cuando le dicen que es una cabaretera de
Chávez; se sonríe y dice que aceptarlo la hace sentir más cercana “a
Hugo”. Cuando advierte mi sorpresa por los lujos que la rodean, sin
dejarme tiempo a farfullar: “no te asombres; las viejas élites nunca
entendieron que tenían que abrir espacio para nuevos integrantes. No
quisieron y fueron liquidados. Nosotros nos habríamos acomodado junto a
ellos; pero no; fueron agalludos y ahora no existen o se la pasan
jalándonos b…”
Paseo mi mirada por los espacios y
cavilo si no habría sido mejor esa solución, si habría habido espacio
para los nuevos potentados, si todos se habrían adaptado a la
coexistencia pacífica, y si habría habido plata suficiente. En fin,
clavo pasado, ya que septiembre de 2011 no es enero de 1999.
Dolores
y yo nos abrazamos. Ella conoce mi posición y yo sé que ella, aunque
fiel a Chávez, no es estridente ni radical. Quiere hablarme de los
peligros que ve. Antes, hace una introducción. “Me preocupa sobremanera
la situación de Hugo y a ustedes debería preocuparles igual. Sé que no
vas a estar de acuerdo conmigo –asegura-, pero a la gente sensata de la
oposición y a la gente sensata de este lado les viene bien que él se
recupere, cumpla su mandato y si es posible, gane en buena lid. Hugo les
conviene a ustedes y a nosotros porque, aunque bocón, controla todo a
tiempo completo; llama a un alcalde, regaña a un director de tercera
categoría; es arquitecto, ingeniero, economista, maestro de obra, y
sobre todo militar”. Admite que Hugo fracasa en la gestión, pero no
vacila en afirmar que maneja los caballos desbocados.
La
interrumpo: “Me encanta verte, sigues tan preciosa como antes, pero no
me habrás traído aquí contigo y “El Químico” para convencerme de las
bondades de Chávez”. Me mira a los ojos, con la misma fuerza con que “el
testigo estrella” vio a Isaías, me paralizó del mismo modo, con los
mismos erizamientos y espetó: “No, para nada. Es que hay una situación
muy grave que los opositores sensatos, como tú, y la gente sensata del
proceso, como nosotros, debemos manejar muy cuidadosamente”.
II
Existe
una conspiración -me dice- acelerada por la enfermedad; es una
operación compleja que tiene como centro el adelanto de las elecciones:
“Hay quienes quieren para mayo”. La idea es que la oposición entraría en
un debate agotador para las primarias y la persona escogida saldría
algo magullada sin posibilidades de recuperarse y hacer campaña rápido.
Le respondo que eso es jugar con candela, no sólo porque viola la
tradición electoral y se le verían las costuras demasiado sino porque
una eventual derrota de Chávez lo dejaría en el gobierno más de 7 meses.
“Eso no dura así”, le riposto. Bueno, váyanse preparando, murmura.
Apuro
el café expreso que trae el mayordomo (“tú sabes, estoy muy ocupada y
como mujer que vive sola –pero no está nada sola, por cierto- requiero
que este pent house marche sin p…s”), y me alega que en la ruta
electoral habrá lo de siempre: encuestas que van “matriciando” (verbo
horrible que Dolores emplea sin anestesia) el 60%-40% a favor de Chávez,
especialmente aquéllas que paga nuestro banquero consentido; el control
del REP en ámbitos manejados por el partido (se refiere al PSUV), el
obstáculo constante a la inscripción en el exterior, las migraciones y
muy especialmente la caja negra de esos 1.800.000 fantasmas que esperan
ser conjurados otra vez por las almas espectrales del CNE.
Lo
que me dice es lo de siempre; le pregunto si realmente había algo tan
urgente. “Dolores, lo único nuevo es que van a adelantar las elecciones;
lo demás lo sabemos”. “Sí –me contesta- ustedes pueden volver a perder
porque no tienen garra… pero eso es asunto de ustedes”. Le contradigo:
“Te equivocas, muchos dirigentes, dentro y fuera de la Mesa saben que es
ahora o nunca; que si se dejan trampear se pueden despedir del país por
una generación más”.
La conversación iba por un
camino demasiado manoseado. Dolores y El Químico me aseguraban que
ellos eran partidarios de entregar el poder si perdían realmente, más
allá de los truquitos electorales “normales”. “No te olvides que en la
IV República se repartían los votos de los partidos pequeños, así que no
se quejen ahora…”
III
Sabía
que la conversación no había llegado al punto central, aunque me
parecía suficientemente alarmante lo del adelanto de las elecciones para
mayo. En eso me dice Dolores: “Lo que quería hablar contigo es que un
grupo de generales no está dispuesto a que se entregue el proceso, al
costo que sea”. Le afirmo que eso es imposible, que la mayoría de la FAN
y gente como ella, El Químico y otros, saben que tal conducta sería una
locura, que a ellos les conviene pasar por el filtro de la oposición
democrática para despojarse de tanto ladrón y aprovechador (esto último
lo dije con la mirada fija en el mármol rosado del amplio living-room y
sin atreverme a verla a los ojos).
“Sí, yo sé.
Pero estos tipos saben que no tienen destino. Washington ha acusado a
los principales hombres de inteligencia, al jefe de operaciones
especiales y al jefe de los grupos civiles de reacción inmediata… Too
much, in my bad English… Para varios, es la promesa de ser detenidos en
cualquier aeropuerto… No tienen donde ir; ni siquiera a Cuba (“tú sabes
que los cubanos son patria o muerte con nosotros, pero en el tema del
narco son tan quisquillosos como los gringos”) “Hay que impedir una
locura –me dice-. Esos tipos son una rueda floja y loca en la
revolución. Debemos impedir el desastre. Habla con tu gente…yo hablo con
la mía”
Me marcho preocupado. En el automóvil, el Químico me asegura que la cuestión es seria. Mientras, un aguacero se bebe Caracas…
Twitter @carlosblancog
0 comentarios:
Publicar un comentario
Haga su comentario