*** La declaración de Chávez el año 2004, conveniente a los intereses de Cuba, abrió camino al actual intento de Guyana de cerrarnos la salida al Atlántico, una situación que los venezolanos con sentido de patria no podemos aceptar bajo ningún concepto.
En 1499 Alonso de Ojeda fue comisionado por la corona española para
realizar exploraciones en las bocas del Orinoco. En esas andanzas,
Ojeda y su lugarteniente Juan de Esquivel descubrieron la boca de un
gran rio que ellos llamaron Rio Dulce. Ojeda comisionó a Esquivel para
internarse en ese rio desconocido. Dada las dificultades que presentaba
la impenetrable selva, las exploraciones fueron suspendidas y
reemplazadas por asentamientos de frailes capuchinos. Aunque los
conquistadores se retiraron, el rio quedo bautizado como Rio Esquivel.
Al caer Guyana en manos británicas el rio pasó a conocerse como
Esequibo.
Desde siempre nuestra patria reclama que el Esequibo es su frontera
primigenia con Guyana y que todo el territorio al oeste del gran rio le
pertenece. Hoy en día Guyana es un micro estado con una población de
alrededor de 750 mil habitantes. El Esequibo representa el 70% del
territorio guyanés. Para Venezuela es vital definir con ese país las
fronteras marinas. La recuperación del territorio terrestre puede ser
negociable para no atentar contra la viabilidad de ese Estado, pero a lo
que no se puede renunciar es a esos dominios oceánicos.
Venezuela ha mantenido su reivindicación de ese extenso territorio,
pero a sus argumentos no siempre ha correspondido una estrategia bien
hilada, ni se han asignado los recursos mínimos necesarios para darles
alguna viabilidad. El resultado es que hemos ido perdiendo terreno en un
proceso de negociación donde nuestra contraparte no se sienta en la
mesa a conversar sobre el tema y nos ignora olímpicamente.
En 1962, cuando se rumoreaba la posible independencia de la Guyana
Inglesa, Rómulo Betancourt ordenó reactivar ante Inglaterra la
reclamación sobre el Esequibo. Inglaterra mantenía en Guyana un sistema
de gobierno por el cual la metrópoli se encargaba de las relaciones y
seguridad internacional, y los guyaneses tenían autonomía interna. En
esta época fue elegido premier, para efectos de control interno, Cheddi
Jagan, un líder de origen hindú de tendencia comunista. La independencia
completa se daría en 1970, y hasta entonces las relaciones
internacionales era manejadas por los ingleses. En 1966, antes de
concederse la independencia a Guyana, Venezuela firmó con el Reino Unido
un acuerdo detallando los pasos a seguir para la resolución de la
controversia con su colonia. Ese acuerdo sigue en vigencia y el
presidente Chávez debería pedirlo y leerlo como una guía que le
permitirá hacer exigencias concretas.
En 1970 las elecciones fueron ganadas por Forbes Burnham, un
dirigente negro que comenzó siendo un político moderado y años más tarde
se desplazó a la izquierda. Burnham se mantuvo en el poder hasta su
misteriosa muerte en 1985. Informaciones no comprobadas señalan que
Fidel Castro actuó tras bastidores para facilitar el acceso al poder de
su aliado el comunista Cheddi Jagan, de ancestro hindú. Esta acusación
no pudo probarse. Posteriormente Burnham se alió con Cuba y la Unión
Soviética, convirtiendo a Guyana en un país socialista.
A finales de 1968 los amerindios residentes en la región del Rupununi
se rebelaron contra el gobierno de Burnham solicitando protección de
Venezuela. El gobierno de Raúl Leoni dio instrucciones para que un grupo
interdisciplinario compuesto por el ministro de relaciones interiores,
Reinaldo Leandro Mora, el general Raúl Giménez Gainza, el capitán Jacobo
Yépez Daza y el comisario cubano-venezolano Orlando García analizaran
la posibilidad de atender la solicitud de los líderes amerindios. Fidel
estuvo bien informado sobre las actividades venezolanas gracias a
Orlando García, quien actuaba a la vez como agente doble. La elección
de Rafael Caldera en diciembre de ese año y la oposición de los Estados
Unidos presionados por los ingleses frenó el avance de esa idea.
Posteriormente, Leandro Mora declaró que “el movimiento no hubiera
fracasado de haber intervenido Venezuela”, lo cual se vio como un
reproche al abandono que Caldera hizo del tema. En ese momento,
Venezuela perdió una gran oportunidad para hacer valer sus derechos.
En 1968, el presidente norteamericano Lyndon Johnson, presionado por
Gran Bretaña y con su país empeñado en la guerra en Vietnam, apoyó al
premier guyanés Forbes Burnham ante la reclamación venezolana, movido
también por la necesidad de impedir el regreso al poder de Cheddi Jagan,
el líder marxista guyanés. Por su parte Fidel, para entonces
archí-enemigo de Venezuela, estaba envuelto en las guerras africanas
financiadas por la Unión Soviética. El barbudo, como buen mercenario,
paso información y apoyó a Burnham cumpliendo órdenes de Moscú.
Estratégicamente, Guayana era importante para los soviéticos, porque los
aviones que llevaban tropas cubanas a Angola hacían escala en
Georgetown, la capital de Guyana, para reabastecerse de combustible
camino al África. Brasil, otro actor importante, permaneció silente
pero apoyó a Guyana bajo la mesa, movido por su interés por controlar la
Amazonia. En ese momento Brasil estaba dirigido por el general
derechista Emilio Garrastazu Medici, designado por el Alto Mando Militar
para suceder al mariscal Costa e Silva, quien había sufrido un infarto.
Venezuela no pudo contrarrestar esa poderosa combinación de apoyos y
Caldera al tomar el poder en 1969 claudicó. En esas condiciones la
rebelión del Rupununi fracasó.
En los años siguientes la reclamación venezolana permaneció como
congelada. El presidente Chávez inició su largo mandato, manteniendo la
reclamación sobre el Esequibo, pero en la medida que Chávez fue cayendo
bajo el control de Fidel su actitud cambió radicalmente. En el 2000, al
oponerse a la construcción de una plataforma norteamericana de
lanzamiento de satélites en el territorio en disputa, pareció mantener
la tradicional política venezolana en relación a ese territorio. Pero
pronto quedó en evidencia que sus motivaciones no eran patrióticas sino
ideológicas, impulsadas por su pasión comunista y antiyanki. En el 2004
nuestro “nacionalista” presidente sorpresivamente declaró que no se
oponía a que Guyana otorgara concesiones a compañías multinacionales en
la región. En el 2007 declaró neciamente a los medios que la
reactivación de la reclamación del Esequibo hecha por Betancourt en
1962, se hizo por presiones del “imperio” para desestabilizar al
gobierno de Cheddi Jagan. Esa declaración es históricamente falsa.
Cuando Betancourt tomó esa decisión Guyana no era independiente y Jagan
no tenía ninguna responsabilidad en materia de relaciones exteriores.
Pero el mal estaba hecho con esa tergiversación de la Historia, recurso
que Chávez usa con singular desparpajo. Para refrendar su posición
Chavez recibió con honores a Bharrat Jagdeo (ver foto), el sucesor de
Jagan en el Palacio de Miraflores.
Con esa declaración entreguista, Chávez, obedeciendo a Fidel, mandó
urbi et orbi el mensaje de que Venezuela renunciaba a sus ancestrales
derechos sobre el Esequibo. La defensa del territorio nacional es uno de
los principales responsabilidades de un presidente. Esta arbitraria
declaración constituye una evidente traición a la patria y no tiene
validez legal. El acuerdo de Ginebra que establece la búsqueda de “una
solución satisfactoria para el arreglo práctico de la controversia” aun
sigue vigente. Es una absurda solución promovida por Fidel,
satisfactoria solo para Cuba y Guyana.
La declaración claudicante de Chávez permitió que el gobierno de
Guyana presentara hace poco una solicitud para extender su plataforma
continental de 200 a 350 millas incluyendo al Esequibo. Guyana aduce
haber consultado con sus vecinos Barbados, Surinam, Trinidad y Tobago.
Venezuela fue ignorada olímpicamente. Nuestra Cancillería no ha
reclamado porque Chávez no ha dado la orden. El silencio equivale a la
aceptación de los hechos cumplidos. Pese a la traición, el Esequibo es
nuestro.
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